Viendo sus amigos que [José María] Eguren se debatía en la pobreza, y conociendo la invencible delicadeza del poeta, imaginaron un medio para ayudarlo económicamente. Isajara [Isabel Ramos Bodero] no quiere que este aspecto llegue a las letras de molde pero el cronista, seguro de que con ello no se hace daño a nadie, ni a la memoria del poeta ni a la reputación de los que fueron verdaderos amigos suyos, no puede vencer esa indiscreción que es superior a la promesa, por el hecho de llevar en sí rasgos positivos. Dos o tres amigos convinieron en decirle a Eguren que sus acuarelas habían gustado muchísimo a un señor que solía hacer viajes frecuentes a Nueva York, quien había solicitado algunas para exhibirlas o venderlas en aquella metrópoli. Cuando Eguren escuchó de boca de Isajara tan excelente noticia, permaneció confuso e incrédulo, sobre todo al saber de que sus acuarelas iban a ser compradas al contado. ¡Todo había pensado Eguren, menos que sus pinturas podían ser materia de especulación artística y económica en Nueva York! Mas como las seguridades que se le dieron fueron tan concretas, el ingenio socarrón jamás sospechó que otros le iban a sacarronear generosísimamente. Y se puso a trabajar. Esto ocurrió allá por los años 30 o 32, antes de que sobre el espíritu del poeta cayera una tremenda desilusión que había de paralizarlo posteriormente, y hasta el fin, en casi todas sus actividades aleatorias, y aún en las que se relacionaban con su poesía misma. Solía llevar el poeta a casa de sus amigos sus pequeñas acuarelas debajo de las cuales firmaba con Joesem, por las que les pagaban cantidades que le permitían cubrir las más imperiosas necesidades de su casa, porque Eguren tenía dos o más personas por quienes responder. Estas transacciones se llevaban a cabo con discreción y regularidad, pues el señor de Nueva York venía a Lima con cierta periodicidad. Como todo artista, Eguren era susceptible a las caricias de la Fama, quizás si más todavía que a las de Creso. La inocente y generosa comedia se desenvolvía sin tropiezos, para alegría de unos y otros, porque todos recibían contento con la trama. Mas un día, Enrique Bustamante y Ballivián, íntimo amigo y admirador de Eguren, al descubrir lo que se desarrollaba detrás de la tramoya, le relevó a su amigo el juego."¿Pero José María —le dijo—, como crees que tus acuarelas pueden ser exhibidas en Nueva York? … ¡Estas son cosas de Isabelita!". Eguren se quedó de una pieza y sin esperar más fuese volando a la Casa Columbia. Al saber Isajara el motivo de la visita de Eguren, se quedó a su vez de una pieza, sobre todo al tener conciencia de que la revelación hecha por Enrique tenía autoridad suprema. Pero Isajara reaccionó rapidísima e inteligentemente. "¡Este Enrique es de lo más curioso! ¡Qué cosas las que quiere hacerte consentir él! Y para que te convenzas, te voy a presentar al señor Durán que es la persona que se interesa por tus acuarelas, y que debe llegar uno de estos días". Y en efecto, llegó el señor Durán, a quien hubo que confiarle el sentido de la comedia, recomendándole que se mostrara lo más parco en palabras porque Eguren era sutil. Tenía el pálpito de los inocentes. Y Durán desempeño su papel, a maravilla, como un verdadero "marchand de tableaux". Ese fue el acto más conmovedor de la comedia, en el que el personaje principal recupera la fe perdida, no sin antes haber caminado por el borde de un precipicio.
(Ernesto More: Huellas Humanas,
Lima, Editorial, San Marcos, 1954, págs. 115-117)
1 comentario:
Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Panama!
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