29.2.08

Bob Dylan: los viajes del Gran Camaleón

Escribe
Hermann Bellinghausen

Pronto serán 50 años de que existe y todavía no sabemos si creerle todo el tiempo o sólo a veces, y si le entendemos. Lo que canta es importante, incluso para los que confiesan: "no me gusta Bob Dylan". Así, desde su inicio en el frío invierno de 1960-1961, cuando un chaval llamado Robert Zimmerman, hijo de Abraham-vendedor-de-televisores en el corazón de la Nada americana, al pie de la carretera 61, se reinventó y autodenominó Bob Dylan. Como piedra que rueda, diría luego. Es, para muchos, el creador más importante de la cultura popular contemporánea, si acaso eso significa algo. A pesar del desdén histórico de la academia literaria, su candidatura al premio Nobel va en serio. Si acaso significa algo.

En realidad, lo único que ha hecho es tocar y cantar rock tripulando su romancero. Centenares de historias, poemas de amor y desamor, enumeraciones de sueños y pesadillas, crónicas arbitrarias y geniales, elusivas canciones de protesta, plegarias, panfletos. ¿O son miles? Siempre las cambia y tiene fama de no interpretar dos veces igual una canción. Jamás suena "como el disco", y eso en el moderno mundo del consumo es imperdonable. Tal es el Dylan que llega a México en la gira de chaplinesco título (como su disco reciente) Modern Times, saludado por la crítica, incluso la habitualmente adversa, como "obra maestra a la altura de sus mejores épocas". ¿Que cuáles fueron? Y en automático: los años 60.

Es lugar común. Y un error ya típico. "Antes era mejor". Como prueba el documental de Martin Scorsese No direction home (2005), ya en 1965 su público, furioso, lo acusaba de chafear, de "venderse" al rock, cuando en realidad lo estaba inventado. "Antes era mejor": el espejismo lo ha perseguido toda su carrera y es parte del mito. Su audiencia, permanente malcontenta, es quizá la más crítica y regañona que un artista pueda tener. Un logro pedagógico.

Extraordinario intérprete, sin paralelo ni reposo, además de compositor y poeta feraz, ha reunido las mejores bandas imaginables. Su voz, "odiada", nasal e insolente, se cuenta entre las más influyentes del inmenso mar del rhythm and blues. Nadie en el rock ha sido tan inteligente tanto tiempo. Y tan inaprehensible. Es el Gran Camaleón, como brillantemente intuye el cineasta Todd Haynes en I’m not there (2007) al contar sus vidas reales e imaginarias con seis actores, y "uno" es Cate Blanchet, para su etapa más espectacular, andrógina y genial, circa 1965.

La decepción permanente de sus fans no tiene razón. Si uno revisa desapasionadamente su extensa discografía, descubre que más allá de La respuesta está en el viento, siempre fue mejor "que antes" y hoy más que nunca.

Como artista, hace lo más envidiable: su regalada gana. Se "espera" algo de él, y nos deja con un palmo de narices. Lo quisieron líder o profeta. Estuvo con Martin Luther King Jr. en la marcha al Capitolio, cantó la desafiante When the Ship Comes In y se escabulló. Cuando los movimientos civiles lo invocaron, él estaba reinventando el blues eléctrico antes que la sicodelia supiera que así se llamaba. Y cuando ésta floreció, él cantaba rancheras. Cuando los punk saltaron a escena en los años 70, andaba en el clavón de sus truenes con Sara, madre de cuatro de sus hijos, y en su gran circo de la Rolling Thunder Revue (1975). De esa crisis datan algunas de sus mejores baladas eléctricas.

Siempre fuera de sinc (por adelantado, anacrónico o perdido, según el público), sigue fiel a su propio reloj. Las modas no son su problema. Cuando en los años 80 se hizo cristiano y le dio por la vida eterna, la gracia del Señor y defender al Papa, y lo queríamos matar, él no descuidó el filo de ironía en sus letras, y con su coro y su banda de virtuosos emprendió una magistral refundación del gospel pasado por reggae que algún día se le reconocerá. Cuando la onda era el grunge, y el metal se astillaba por los aires, Dylan salió con Under the red sky (1990), el mejor disco de blues de su carrera, en colaboración con Don Was y Stevie Ray Vaughan.

En dos momentos distintos, dos amigos y devotos dylanianos me regalaron "el nuevo disco" por no tirarlo a la basura. Ambos eran en vivo. Uno, el doble con The Band (1974); el otro, el extravagante concierto del Budokan, en Tokio (1979). Dos de los muchos momentos en que cambió de voz, tono y sonido para dar un paso más allá.

Lo han comparado con el coyote indio. Animal público, sabe desaparecer. Lo hizo en Woodstock hace 40 años. Durante los 80 y 90 sustrajo de la chismografía su matrimonio con la estupenda corista Carolyn Dennis, con quien compartió el escenario 11 años. En su permanente deconstrucción de su personaje histrión aullante y sardónico, da lecciones de invisibilidad. Si el mensaje es bueno, el mensajero no importa. Lo cual es falso, pues nadie canta como Bob Dylan.

Podemos creerle, o no, cuando dice que sus músicos actuales "son la mejor banda que he tenido" En boca de otro sonaría presuntuoso. En la suya parece un chiste. Para él desfilaron los más grandes bluseros de estudio, jazzistas, countrymen, tres de los cuatro Beatles, la mitad de los Rolling Stones, Daniel Lanois, Greatful Dead, Johnny Cash, Joan Baez, The Alarm y un kilométrico etcétera. De su establo salieron al menos tres bandas trascendentes: The Electric Flag, The Band y Dire Straits.

En los años 90 rompió la costumbre de sólo autointerpretarse y grabó (guitarra, armónica y el mejor momento cavernoso de su voz) la colección folclórica Good as I been to you (1992), y los magistrales blues prehistóricos salidos de su colección de discos de 78 revoluciones, World gone wrong (1993). Por supuesto, nadie esperaba eso de él.

Ahora que la crítica celebra Modern Times, los dylanólogos decidieron que "culmina" una supuesta trilogía con sus álbumes precendentes de estudio: Time Out of Mind (1997) y Love and Theft (2001). Él, faltaba más, disiente. En entrevistas asegura que Modern Times es el primer disco de una nueva trilogía. A sus 66 años, está apenas comenzando.

La frondosidad verbal que lo iluminó en los años 60 quizás no volverá, pero su facilidad sigue intacta. Se cuenta que a principios de los 80 coincidió en un café de París con Leonard Cohen (quien siendo novelista y poeta de fama, hacia 1967 había decidido imitar a Dylan y cantar) y le preguntó cuánto tardó en componer Hallelujah, su canción más conocida. Cohen dijo: "Cuatro o cinco años", y por corresponder preguntó a Dylan cuánto le tomó escribir la notable I and I. Éste respondió sin piedad ni pudor: "15 minutos".

El Gran Camaleón pudo ser un gran narrador, pero ya la novela Tarántula (1966), y su autobiografía en curso Crónicas (2005) lo ponen al lado de Miller y Kerouac. Pudo ser cineasta, pero sólo rodó la injustamente incomprendida Renaldo and Clara (1978, guión suyo y de Sam Shepard). O actor, pero no pasó de Pat Garret and Billy the Kid (Sam Pekinpah, 1973), y alguna otra. Pudo fundar una religión, o encabezar la Revolución, pero él prefirió ser Bob Dylan. Por eso lo regañamos tanto.

(Publicado en La Jornada, México D. F., 22 de febrero de 2008)

25.2.08

Rita Gnutzmann y la narrativa peruana del siglo XX

Dentro de la serie de «Cuadernos de América sin nombre», que con tanto entusiasmo dirige José Carlos Rovira, de la Universidad de Alicante, España, acaba de aparecer un volumen de cerca de 300 páginas que seguramente concitará la atención de todos los amantes de la narrativa peruana. Se trata del libro Novela y cuento del siglo XX en el Perú (Alicante, «Cuadernos de América sin nombre», N° 21, 2007), de Rita Gnutzmann, quien es conocida en los medios latinoamericanistas por la gran pasión con que se dedica a la tarea de analizar la literatura de países como el Perú o la Argentina y de darla a conocer a un público más amplio.

Para poder escribir su libro Novela y cuento del siglo XX en el Perú, Gnutzmann tuvo que enfrentarse a una serie de interrogantes y dilemas que resultan fundamentales en este tipo de investigaciones, como qué momento debía elegir como punto de partida (aun cuando se trata solo del siglo XX), cómo debía aproximarse al corpus fundamental de su estudio (¿buscar el paradigma, una suerte de mosaico o solo lo consagrado?) o cuáles eran los puntos de relevancia que tenía que establecer (¿para el crítico, para los lectores peruanos o para el público universitario español al que se supone está dirigido este libro?). Además, para poder contextualizar lo que estaba estudiando, le resultó imprescindible establecer la situación socio-política en la que se producían los textos, pues éstos forman parte de la cultura y la sociedad y el autor extrae sus experiencias de ellas, aunque ello no significa que éstas pasen a su obra sin ninguna transformación. Finalmente, para evitar caer en el simple desfile de autores y obras a que a veces se reducen algunos estudios literarios, nuestra autora se inclinó por un método que privilegia los temas, las corrientes y los movimientos.

El libro de Gnutzmann se divide en seis capítulos. El primero de ellos se titula «El nuevo siglo: Modernismo-Criollismo-Vanguardia y "Retaguardia"» y se contrae fundamentalmente alrededor del estudio de las obras de Enrique A. Carrillo, Clemente Palma, Abraham Valdelomar, José Diez Canseco, Martín Adán y Enrique López Albújar. El capítulo que sigue es «Literatura indigenista» y trata sobre el debate del indigenismo y el rol que cumplieron (y cumplen) autores como Ciro Alegría, José María Arguedas, Eleodoro Vargas Vicuña, Manuel Scorza y Óscar Colchado. El tercer capítulo está dedicado a los principales narradores de la «Generación del 50»: Enrique Congrains, Oswaldo Reynoso, Sebastián Salazar Bondy y Carlos Eduardo Zavaleta. Sigue a continuación el capítulo «Renovación e internacionalización», que está dedicado a Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique. Los dos últimos capítulos se titulan «Eclosión y diversificación: Novela y cuento desde los años 70» y «Literatura y violencia desde los años 80», en forma respectiva, y son quizás los más novedosos y polémicos del libro ya que están estructurados alrededor de una serie de asuntos bastante candentes y todavía muy poco estudiados, como son la experimentación literaria; el relato de la población negra; el aporte de las comunidades judía, china y japonesa; la lucha y la marginación; la dualidad cultural y el mestizaje; la novela «joven» policíaca y metatextual; la presencia en la narrativa de Sendero Luminoso, los militares y la corrupción; y, finalmente, el surgimiento de lo policíaco.

La autora de este importante y ambicioso estudio sobre la narrativa del siglo XX en el Perú es Doctora en Literatura. Actualmente se desempeña como Profesora Titular de la Facultad de Filología, Geografía e Historia de la Universidad del País Vasco. También ha publicado otros libros de la calidad de Roberto Arlt o El arte del calidoscopio (1984), Cómo leer a Mario Vargas Llosa (1992), La teoría alemana (1994) o La novela naturalista en Argentina (1880-1900) (1998).

21.2.08

La Nueva Trova cumple cuarenta años

Escribe
Fidel Díaz

El 18 de febrero de 1968, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola, agotaron sus canciones en la sala Che Guevara de Casa de las Américas en lo que sería considerado el primer concierto de la Nueva Trova cubana. A partir de esos días, las guitarras han pasado de mano en mano para expresar los dolores más intensos y los sueños más humanos de una mujer, un hombre, un pueblo, un continente. A 40 años de aquel estallido poético una cadena de azares me ha traído el encuentro con dos de los más notables creadores que fundaron este movimiento: Vicente Feliú y Lázaro García. Tras sus recuerdos y empeños está la historia y la eticidad del trovador.

-¿Cuándo se conocen ustedes?

-Vicente: En un viaje a Cienfuegos, en el año 1970, me hablaron del grupo Los Jaguares y “de un tal” Lázaro García. ¡Mira tú! Pero nos conocimos en 1973, en el segundo encuentro nacional de la Nueva Trova. Cuando Lázaro se apeó con la canción “Carretón”, todo el mundo quedó impactado. Desde entonces fuimos amigos. Recuerdo que en 1974 arranqué con Sara González para su casa, cuando vivía al lado del parque, en un cuartico. Me fui con “La gorda” en tren, a cantar. Ensayamos un día entero con Los Jaguares e hicimos un concierto en el teatro Terry. Yo terminé tirando los espejuelos al público (risas) eso fue la locura.

-Lázaro: Yo era profesional de la música, en un grupo beat, que hacía incluso versiones de los Beatles. Se llamaba el grupo Los Jaguares no por la fiera, sino por el Hotel Jagua, pues nació allí. Era la época de los grupos españoles, y los Beatles, Chicago; Sangre, Sudor y Lágrimas, etcétera. Recuerdo que en los años 69 ó 70 montamos “La era está pariendo un corazón”, nos dijimos, “¿a ver qué pasa?” y funcionó perfectamente esa canción de Silvio con un arreglo beat.

-Vicente: Ya estaba también el programa televisivo de Silvio, que fue breve, en 1967 pero que dijo al país que había un loco haciendo cosas como nosotros. Y después en los Noticieros ICAIC, aparecen canciones de la trova y sobre todo de la música del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.

-Vicente, ¿si Silvio y tú se conocían desde antes, por qué no formas parte del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC?

-Vicente: Sería en 1964, que Silvio empieza a hacer canciones en el ejército. En el primer pase que le dan, me llama diciéndome que tenía una sorpresa, y era la misma mía: ya hacíamos canciones. Silvio se desmoviliza y yo entro en la Universidad, en Física. Ya me muevo en el ambiente de la Casa de las Américas, pero en aquel primer concierto que hacen allí Silvio, Pablo y Noel, el 18 de febrero de 1968, yo voy como público. Recuerdo que fue en la Sala Guevara, sentados en unos daditos chiquiticos de madera, sin sonido. Creo que fue sin sonido, pues los recuerdo a los tres sentados en aquellos daditos, y empezaron a cantar ante un público pequeño y muy juvenil. El más viejo era Pablo y tendría 25 años, Silvio 22 y Noel igual, estábamos entre 20 y 25 años. Terminaron el concierto, fueron hacia el fondo, la gente aplaudiendo, volvieron a salir, saludaron, aplausos, la gente pidiendo otras, y así, hasta que dijeron: “Miren, se nos acabaron las canciones (risas); o empezamos otra vez el mismo concierto o invitamos a otros trovadores que están aquí, que conocemos”; Fue entonces que cantamos Eduardo Ramos, Martín Rojas y yo.

Cuando me voy de la Universidad, en 1969, ya había empezado el Grupo de Experimentación. Recuerdo que Leo Brower le hizo un arreglo a un tema que yo le había compuesto con versos de Javier Heraud y él me invita a que vaya de oyente. Cuando llego estaba Leo hablando del contrapunto trocado y yo, que no sabía ni qué cosa era el solfeo, no entendía de aquello ni papa. Y así, seguí muy cerca, pues ya era amigo de toda la tropa, pero no integré el grupo. Sin embargo, sí di clases con Juan Elósegui, que fue uno de los tres profesores que tuvo el Grupo. Fue quien primero nos busca para enseñarnos. Fue algo increíble, parece ficción. Nos va a buscar a la casa de Silvio, en la calle Gervasio. Recuerdo que estábamos Belinda Romeu, Silvio y yo. Tocan a la puerta y al abrirle, el hombre preguntó directo: “¿Tú eres Silvio, verdad?, y tú ¿Vicente? Bueno, yo soy Juan Elósegui, violista de la Orquesta Sinfónica y autor de los libros de solfeo que se dan en los conservatorios. Yo necesito darles clases a ustedes para que sepan lo que ustedes han hecho hasta ahora.” Y empezó, por su cuenta y riesgo, en su casa a principios de 1969. Y después, Leo lo llama a él para formar el Grupo. Entonces, yo no integro el grupo pero estoy muy cerca de ellos.

-Los 60 fueron los años de la guerrilla latinoamericana, de un mundo nuevo inspirado en la Revolución Cubana. Estos son días en que se gesta un nuevo movimiento de luchas e integración de nuestros pueblos, solo que por otras vías. Telesur, libros del ALBA, y otros proyectos culturales aceleran ese intercambio que parte de la alfabetización y la salud para todos. ¿No estaremos viviendo otra especie de vuelta sobre el mismo hecho?

-Vicente: Desde mediados de los 80 se acabaron las dictaduras latinoamericanas y llegaron las “democracias”, y mucha gente pensó que esta canción ya no tenía razón de ser. Los pilares de entonces, los de mi generación, en el continente, tuvieron como que el reposo de los guerreros, retomando fuerzas y en los 90 volvieron a arremeter con otras canciones nuevas, con otras canciones viejas, y empezó a aparecer una generación de cantores como los Negro y Blanco que hicieron un bojeo total por Bolivia; el Gabo Zequeira, por ejemplo, que no estuvo en la guerrilla; pero estuvo al lado de las madres de la Plaza de mayo; estuvo en diciembre de 2001 en la calle en las broncas que hubo en la Argentina y a partir de ahí empezó a hacer canciones. O sea, que es un canto que nace del parto revolucionario. Es un canto que nace de la vida, y la vida está resurgiendo en la América Latina. Después de Alí Primera como que no hubo más, y ahora hay una hemorragia de cantores en Venezuela. En Bolivia también, en Nicaragua están cantando gente nueva también. No se puede hablar de la Revolución del Frente sandinista sin hablar de Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy; es como hablar de la Revolución Cubana sin hablar de Carlos Puebla. Quizá por eso a mí se me ocurrió inventar esa entelequia rara que se llama “Canto de todos”, tratando de emplear esa experiencia que tengo, —ya que soy muy conocido y, por suerte, no famoso— recorriendo nuestros pueblos buscando a los jóvenes, a los que me les puedo acercar, se pueden acercar a mí, pues puedo hasta cantar en lugares pequeños, cosa que no pueden hacer Silvio y Pablo; aunque quieran, no pueden. Les voy contando lo que ha sido para nosotros y para la historia americana el trovador. Qué fue Violeta Parra, que fue Víctor Jara, Benjo Cruz, Jorge Salerno… Entonces esa ética es la importante. Las sociedades se pueden joder, las revoluciones se pueden caer, volver a levantarse; pero la memoria es la que no se puede perder. Esa memoria ética del trovador, que canta pese a todo, es la que yo he tratado de transmitirles a esos muchachos. Y muchos de ellos, lógicamente, tienen como referencia de revolución a Cuba y la Nueva Trova. Porque, además, nosotros les cantamos, en aquel momento, a los problemas que no se han resuelto, ni en Cuba ni en América, ni en el mundo, al contrario, en muchos casos se están agravando más y de pronto esas canciones parece que se hicieron ahora mismo. Somos inevitablemente un referente.

(El texto completo se puede leer en La Jiribilla, N° 354,
La Habana, febrero de 2008)

19.2.08

Muere el fundador del nouveau roman

Escribe
Silvina Friera

Amado por toda la intelectualidad francesa de la década del ’60, desde Roland Barthes a Gilles Deleuze, el escritor, guionista y cineasta Alain Robbe-Grillet, fundador y principal defensor teórico del nouveau roman (nueva novela), autor tan inclasificable como provocador y realizador de algunas de las películas más extrañas de las que tenga memoria la historia del cine universal, murió ayer a los 85 años en el Centro Hospitalario Universitario de Caen, al norte de Francia, donde había sido ingresado durante el fin de semana a causa de una dolencia cardíaca.

Personaje atípico en el panorama literario de su país, en marzo de 2004 había sido elegido por la Academia Francesa para sustituir a Maurice Rheims, pero no ocupó ni una sola vez su asiento. El escritor se rehusó a acatar todos los ritos previstos para el ingreso de un nuevo miembro entre los Inmortales, como son conocidos los académicos: no quería ponerse el uniforme verde con espadín, no quería pronunciar el discurso en recuerdo del predecesor cuyo puesto ocuparía, no quería que hubiera una función pública para celebrar la ocasión. De hecho Robbe-Grillet murió dejando vacío el asiento que le había sido reservado. Incansable agitador, el escritor siguió alterando el mundo de las letras hasta con su último libro, Una novela sentimental, publicada en 2007, en la que daba rienda suelta a historias de pederastas y criminales.

Robbe-Grillet nació en Brest (Francia), el 18 de agosto de 1922. En los años ’50 se consagró a la investigación innovadora sobre la escritura y se convirtió en uno de los principales defensores teóricos de la “nueva novela”, una corriente de los años ’50 y ’60 que se opuso a las formas tradicionales de la novela. Fascinado por las teorías literarias y lingüísticas, Robbe-Grillet se sumó a creadores como Na-thalie Sarraute, Claude Simon y Marguerite Duras, que rechazaban la coherencia de personajes y acciones. Se negaban además a hacer un análisis psicológico de los protagonistas y defendían “la poesía de los puros hechos”. La abolición de las convenciones narrativas y el hecho de que el énfasis estuviera puesto en la formalidad de las descripciones objetivas, hizo del nouveau roman de Robbe-Grillet, “no la escritura de una aventura, sino una aventura de la escritura”, según la definición de Jean Ricardou. Su primera novela publicada fue Las gomas (1953), pero recién con El mirón (1955) se inauguró el nouveau roman. En esta novela –que el escritor argentino Juan José Saer consideraba “un libro extraordinario, muy inquietante”–, el novelista francés “describe” las peripecias de un comerciante que vende relojes en una isla y que se pasa el día recorriendo los caminos con una bicicleta alquilada, hasta que un día es asesinada una joven. La obra fue calificada de obscena e ilegible por muchos críticos, que recomendaron a Robbe-Grillet internarse en una clínica psiquiátrica.

Es autor de La celosía (1957), En el laberinto (1959), que se puede conseguir, revolviendo en librerías de viejos, saldos y usados, en una vieja edición de Losada; La casa de citas (1965, reeditada por Anagrama); Proyecto para una revolución en Nueva York (1970), Djinn (1981) (cuya edición en castellano fue publicada por Sudamericana), y las más recientes Angélica o el encantamiento (1988) y Reanudación (2003), ambas editadas por Anagrama. La fama le llegó al ser convocado por Alain Resnais para escribir el guión original del hoy ya clásico El año pasado en Marienbad (1961). Entre sus films se destacan El inmortal (1963), Trans-Europ-Express (1966), El Edén y después (1971), Deslizamientos progresivos del placer (1974), Jugar con fuego (1975), La bella cautiva (1983) y Un ruido de locura (1995). Al tiempo que escribía, Robbe-Grillet fue consejero literario de la editorial Minuit (1955-1985) y miembro del Alto Comité para la Defensa y la Expansión de la Lengua Francesa (1966-1968).

“Por formación no soy ni escritor ni cineasta, soy matemático, soy botánico. A los 20 años fui agrónomo, a los 30 fui novelista, a los 40 cineasta, a los 60 pintor. Pero a los críticos les gusta etiquetar a la gente, que uno sea una sola cosa por vez”, decía Robbe-Grillet. “Cuando escribí la primera novela dijeron: ‘Y, pobre, no sabe, es ingeniero y se cree que con agarrar una lapicera y escribir, ya está’. Así consideraron mis primeros libros. Después hice mi primera película y dijeron: ‘Y bueno, es un novelista, se cree que con agarrar una cámara, ya está’. Diría bromeando que cuando hice mi primera película me reconocieron como novelista y así sucesivamente.” En 2003, durante la presentación en España de Reanudación, una trama cargada de elementos eróticos y sadomasoquistas, Robbe-Grillet dijo: “¿Qué queda del nouveau roman? Quedo yo. Y Flaubert. Flaubert ya hacía nouveau roman, ¿o no?”.

(Publicado originalmente en Página / 12, Buenos Aires, 19 de febrero de 2008)

17.2.08

Almodóvar rodará la vida del poeta Marcos Ana

Escribe
Joseba Elola

Hace algo más de cuatro meses, el domingo 30 de septiembre, Pedro Almodóvar se enamoró de una historia. Fue un fogonazo que le asaltó al leer las páginas de El País. Aparecía publicado en el suplemento Domingo un avance de las memorias de Marcos Ana, poeta que se convirtió en voz de los presos de la era franquista. Relataba su salida de prisión tras 23 años entre rejas: la luz cegadora, los mareos al circular en coche, el incómodo reencuentro con la libertad y el vértigo ante su primera experiencia amorosa, a los 41 años. Ese hombre temeroso que nunca había estado con una mujer, sus titubeos, esa prostituta que se enternece con su historia y no quiere cobrarle, ese paseo de madrugada por la Gran Vía y esa noche inolvidable se convirtieron rápidamente en celuloide en la cabeza del cineasta manchego. Al día siguiente, el mismo lunes por la mañana, Almodóvar pedía que le enviaran el libro. A los cuatro días decidía que quería conocer a Ana y hacer la película. La semana pasada cerró el acuerdo para hacerse con los derechos.

Subiendo las escaleras camino de su piso, Marcos Ana se queja de la rodilla, pero sube como un tiro: "No tengo tiempo para estar enfermo, por eso estoy así a los 88 años", dice. Desde luego, aparenta 65. Una foto del Che Guevara preside su librería. Con un puñado de cuadernos de poemas entre las manos, cuenta que su relación con el director manchego puede ser el inicio de una gran amistad, "como en el final de Casablanca". Ana -nacido Fernando Macarro Castillo, adoptó los nombres de su padre y su madre para firmar- ingresó en prisión a los 19 años y sobrevivió a abominables torturas y a dos condenas de muerte. En el año 1954, encerrado en una celda de castigo, empezó a escribir poemas apoyándose del revés del plato que le daban para comer. A la luz de un minúsculo candil, hecho con un tintero, alcohol y mecha, compuso versos que pronto trascendieron los muros de prisión y empezaron a ser publicados por comités de solidaridad en el exilio. Los compañeros presos que salían en libertad los memorizaban para poder dictarlos a su salida. Se convirtió así en una voz intramuros de la España perseguida.

Escribir sus memorias era una de sus asignaturas pendientes. Ya en una madrugada de 1963, apenas dos años después de salir de prisión, su amigo Pablo Neruda le abroncó tras una larga noche en que Ana le contó su vida: "¡Somos unos insensatos, las palabras se las lleva el viento, si hubiéramos tenido un magnetofón ya tenías escrito el libro!", exclamó el poeta chileno. Ana, humilde hasta decir basta, nunca osó negociar la publicación de sus poemas: "La poesía era un arma más para luchar por las libertades, no sé si mis versos son buenos o malos, sólo sé que fueron necesarios", dice con la lucidez de un hombre que sigue viviendo a contrarreloj, ganándole tiempo al tiempo, intentando recortar el efecto de 23 años entre rejas. Hace tres años, las presiones de sus amigos le llevaron a ponerse a escribir por fin sus memorias, Decidme cómo es un árbol (Editorial Umbriel-Tabla Rasa), el material en el que se basará Almodóvar, que hará dos películas antes de ésta (en mayo empieza a rodar Los abrazos rotos).

Gran amigo de Rafael Alberti, Ana es un comunista convencido: "Lo único que puede compensarme a mí es el triunfo de mis ideales", dice con voz cadenciosa, profundo. "Solidaridad es hoy la palabra más hermosa y más necesaria. Este mundo es muy injusto y eso tiene que explotar. Muchos jóvenes saben que otro mundo es posible".

(Publicado originalmente en El País, Madrid, 17/02/2008)

16.2.08

Lorenzo Helguero gana concurso de novela corta

Gracias a una nota informativa difundida recientemente por el Banco Central de Reserva del Perú, acabamos de enterarnos que la novela ganadora del Concurso Novela Corta 2008 "Julio Ramón Ribeyro" es Entre el cielo y el suelo, del poeta y narrador Lorenzo Helguero Morales (Lima, 1969), quien en 1991 obtuvo el Primer Premio de Poesía en los Juegos Florales de la Pontificia Universidad Católica de Lima y, además, es autor de los libros de poesía Sapiente lengua (1993), Boletos (Lima, 1993), Diario de Darío (1996), Bessián o el abismo (1996), El amor en los tiempos del cole (2000), Poeta en Washington D.C. (2004) e Insomnio (2006).

El texto de la nota informativa del Departamento de Prensa del Banco Central de Reserva del Perú dice así: “Entre el cielo y el suelo, del señor Lorenzo Pedro Helguero Morales, es la obra ganadora del Concurso de Novela Corta 2008 “Julio Ramón Ribeyro”, evento organizado por el Banco Central de Reserva del Perú. La obra se hizo acreedora al premio por unanimidad entre el jurado calificador, presidido por el doctor Luis Jaime Cisneros e integrado por los doctores Abelardo Oquendo, Alonso Cueto, Mirko Lauer y Marcel Velázquez. El jurado consideró, entre los méritos de la obra, la pericia verbal, el espíritu lúdico, el sentido de humor, el buen uso de los registros narrativos y la habilidad para mantener el interés y defender el relato. La novela ganadora del concurso, que anualmente convoca el BCRP, se hizo acreedora al premio de S/. 20 000.00, un diploma y a la publicación de la obra. Las bases para el siguiente concurso 2009 se encuentran publicadas en la página Web del Banco Central: http://www.bcrp.gob.pe/. Lima, 15 de febrero de 2008”.

14.2.08

El cine y la censura cultural

Keira Knightley, durante su actuación en la cinta Atonement

Escribe
Robert Fisk

La censura cultural es como una enfermedad: circula entre nosotros sin ser vista. Déjenme mostrarles cómo funciona. La película Elizabeth, de Shekhar Kapur, dio a Kate Blanchett un momento único para recrear a la reina virgen en su filme de 1998. Pero en la secuela, Elizabeth: La edad de oro, la escena vital, cuando la reina demuestra a sus soldados que está con ellos como una guerrera soberana y les dirige una arenga en Tilbury, antes de que llegue la armada española, en 1588, su famosa declaración, que todo escolar británico está obligado a aprenderse, ha sido despiadadamente recortada.

Mi papá me citaba la declaración y me llevó a Tilbury para hablarme de la fortaleza que demostró Isabel cuando dijo a sus soldados: “Podré tener el cuerpo de una mujer débil y frágil, pero tengo el corazón y el estómago de un rey”. Ay, pero esto era demasiado para Kapur. En la era del feminismo un pronunciamiento así es prohibido, inaceptable, inapropiado y provocativo. ¿De qué otra forma se explica la escena en que Blanchett, paseándose sobre un tonto caballo blanco (frente a lo que más parece un pelotón que un ejército), simplemente no pronuncia esas palabras famosas e históricas? Millones de espectadores deben haber esperado esa frase, pero se la robaron. Isabel tenía que ser una reina feminista, aunque virgen, y tenía que representar un tiempo actual en que las mujeres no son “débiles y frágiles”, y no ser la dama que estaba en posición única para guiar a su reino hacia una era de dominación masculina. Al decir que su corazón era de hombre, no estaba, desde luego, sometiéndose al dominio masculino: en la Inglaterra de los Tudor, Isabel decía que era igual a un hombre.

Pero las películas son capaces de manipular de formas más oscuras. En el premiado filme El paciente inglés, de 1996, por ejemplo, tropas fascistas le amputan los pulgares al espía David Caravaggio, pero es una mujer la que tiene la orden de ejecutar esta tortura. La vemos con el rostro cubierto por el velo musulmán y cuchillo en mano, y alguien explica que los "musulmanes" entienden de estas cosas. No podía entender por qué, cuando vi esta escena horrible y sangrienta, el Islam era traído a colación en ese contexto histórico particular. Por qué el guión de Anthony Minghella quería asociar a los musulmanes con la brutalidad. Me compré, impaciente, la novela de Michael Ondaatje en la que se basó la película, sólo para descubrir que cuando Caravaggio narra la amputación dice: "Encontraron a una mujer para hacerlo, pues les parecía que sería más humillante. Trajeron a una de sus enfermeras. Era inocente, no sabía nada de mí, ni mi nombre ni mi nacionalidad". Tal como sospeché, no había referencia a nada "musulmán". De hecho, esa escena profundamente racista no tiene nada que ver con el texto de Ondaatje. ¿Para qué ponerla ahí?

Pero el alivio llegó al ver la devastadora cinta de Joe Wright Atonement (estrenada en México con el título Expiación, deseo y pecado/ N de la T.) un drama de traición, mentira y amor en la clase rica de la Inglaterra de los años 30, que empieza con una trama casi doméstica de bajo presupuesto y se transforma en una película épica sobre la batalla de Dunquerque. Para quienes no han visto la película, el planteamiento inicial es sumamente prosaico. Briony acusa falsamente a Robbie, el novio de su hermana Cecilia, de haber violado a su prima Lola después de una insufrible cena en la casa de campo de la familia. Robbie es arrestado, pero Cecilia cree en su inocencia. Es culpado y encarcelado por violación, pero la guerra estalla en 1939 y se le da la oportunidad de salir de prisión si se enlista. Durante la segunda mitad de esta oscura película, Robbie oculta una herida en el pecho a sus compañeros de armas, mientras guía a su fuerza expedicionaria por los puertos del canal, en 1940, hacia la costa del norte de Francia. Existe una rara semejanza entre estas escenas y la película (Dunquerque), en la que John Mills guía a un pelotón perdido hacia la salvación. Pero cuando Robbie sigue el canal y dice a sus hombres que puede “oler el mar”, trepa una duna y de pronto vemos que hay 20 mil o 30 mil soldados británicos en la playa. Esta secuencia dura sólo cinco minutos, pero penetra en el cerebro. Soldados franceses matan a sus caballos; soldados ingleses yacen borrachos, maldiciendo, tirados en el suelo. Sin censura. El personaje de Robbie va más allá. En la novela de Ian McEwan existe una mera referencia al “débil sonido de un himno cantado al unísono que después se desvanece”. Pero en la película el cabo llega hasta una desvencijada banda de guerra, y ahí soldados heridos y ensangrentados cantan el maravilloso himno For All the Saints Who From Their Labours Rest. Es un magnético símbolo de valor durante la guerra, que da a este filme una dignidad que no hubiera podido obtener de otra manera.

Luego se nos hace creer que Robbie regresa a Inglaterra en barco para reunirse con Cecilia. Briony aparece después en el pobre departamento que ambos comparten, para disculparse y ofrece comparecer ante la corte para admitir que mintió. Se descubre que el actual marido de Lola fue el violador. Sólo hasta el final vemos a Briony como una anciana escritora cerca de la muerte (interpretada por Vanessa Redgrave), quien admite que la historia de Robbie y Cecilia no ocurrió en realidad. Ella deseaba que terminaran juntos, pero Robbie murió de septicemia en Bray Dunes, Dunquerque, el primero de junio de 1940, y Cecilia falleció cuatro meses después, en el bombardeo a la estación de Balham. “La era de las respuestas claras había terminado”, dice sobre sí misma la anciana Briony, en el libro. “Lo mismo ocurrió con la era de los personajes y las historias. Las historias semejaban demasiado a maquinaria oxidada, cuyas ruedas han dejado de girar. Eran pensamientos, percepciones, sensaciones lo que le interesaba; la mente consciente fluyendo como un río por el tiempo”. Éste es precisamente el concepto que hace de Atonement una obra honesta en el deshonesto mundo del cine, que aún no es capaz de retratar la mentira, la guerra y el amor sin censura y sin racismo.

(Publicado en el diario La Jornada, México D.F, 14 de febrero de 2008)

13.2.08

Manuel González Prada en Baltimore


Wednesday, February 27:
Welcome at The Colonnade, Baltimore

7:00-8:00 PM Cocktail

Thursday, February 28:
4th-Floor Programming Room, Loyola College

9:30-10:30: PANEL 1:
González Prada: the Politics and Economics of Liberalism / la política y la económica del liberalismo

Chair/Moderadora: Deborah Poole, Johns Hopkins University; Pierre-Luc Abramson, Université de Perpignan, Persignan, France. “El pensamiento de MGP y los equívocos del liberalismo”; Isabelle Tauzin Castellanos, Université Michael Montaigne, Bordeaux III, France. “El liberalismo en los ensayos de Horas de Lucha”; Thomas Ward, Loyola College, Baltimore, Maryland, USA. “Entre los liberalismos, ¿a cuál pertenece el anarquismo de González Prada?”.

10:45--11:45: PANEL 2:
González Prada: Liberalism, Social Sciences and the United States/ Liberalismo, ciencias sociales y los Estados Unidos

Chair/Moderadora: Marie Murphy, Loyola College; César Germaná, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Peru. “González Prada y el surgimiento de las Ciencias Sociales en el Perú”; Joël Delhom, Université de Bretagne-Sud, Lorient, Francia. “González Prada y Estados Unidos: una admiración discreta y crítica”; Eugenio Chang-Rodríguez, CUNY, Graduate Center, New York, USA. “Política y religión en González Prada”

11:45-12:15: Discussion/Discusión

1:30-2:00: Report on the First International Colloquium on Manuel González Prada/ Informe sobre el Primer Coloquio Internacional Manuel González Prada

Isabelle Tauzin Castellanos, Presidenta, Coloquio Internacional “Manuel González Prada en Burdeos”, Université Michel de Montaigne, Bordeaux III

2:00-3:00: PANEL 3:
The Multi-talented González Prada/ Las muchas facetas de González Prada

Chair/Moderadora: Elisabeth Acha, Johns Hopkins University; Marcel Velázquez Castro, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima Perú. “La ciudad degradada: Lima en los escritos de Manuel González Prada”; Rocío Ferreira, DePaul University, Chicago, Illinois, USA. “La denuncia de la corrupción política en la narrativa decimonónica escrita por mujeres y la relevancia de la propuesta de Manuel González Prada”; Ana Gómez-Pérez, Loyola College, Baltimore, Maryland. “González Prada y Miguel de Unamuno”.

3:00-3:30: Coffee/Café

3:30-4:30: PANEL 4:
González Prada and the Co-Fraternity of Peruvian Intellectuals/ y la co-fraternidad de los intelecutales peruanos

Chair/Moderadora: Raquel Chang-Rodríguez, Graduate Center (CUNY), New York, New York; David Sobrevilla, Universidad Nacional Mayor de San Marcos/Universidad de Lima, Lima Peru. “González Prada y Mariátegui”; Gonzalo Portocarrero Maisch, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima Perú. “González Prada y el nacimiento del nacionalismo andino”; José Luis Renique, Herbert H. Lehman College, New York, USA “Prada y la Tradicion Radical”.

4:30-5:00: Discussion/Discusión

Friday, February 29:
Evergreen House, Johns Hopkins University

9:30-10:30: PANEL 5:
Literary Approaches to González Prada/ Acercamientos literarios a González Prada

Chair/Moderadora: Angelica Serna, Johns Hopkins University; Ricardo Silva Santisteban, Pontificia Universidad Católica del Perú, “Manuel González Prada y Omar Jayyam”; Ángel Esteban, Universidad de Granada, España/University of Delaware, USA. "Bécquer y el Perú: González Prada"; Ramón Espejo Saavedra, Loyola College, Baltimore, Maryland, USA. “González Prada y Alas (Clarín): ‘El intelectual y el obrero’”.

11:00-1:00: Round Table/ Mesa redonda

Nicolás Lynch, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú; Carmen McEvoy, Sewanee: University of the South, Sewanee, Tennessee; Guido Podestá, University of Wisconsin-Madison, Wisconson.

2:30-3:30: Hommage to Robert G. Mead, Jr.

Eugenio Chang-Rodríguez, CUNY, Graduate Center, New York, New York, USA; Thomas Ward, Loyola College, Baltimore, Maryland, USA

3:30-4:00: Coffee/Café

4:00 PM Keynote Speech/Conferencia Magistral

Sara Castro-Klarén, The Johns Hopkins University: “Gonzalez Prada and the Ruins of Time”

5:00-5:45 Reception/Recepción en la Loyola-Notre Dame Library

5:45-6:30 Closing Remarks/Clausura

Thomas Ward, Loyola College, Baltimore, Maryland; Deborah Poole, The Johns Hopkins University, Baltimore, Maryland.

11.2.08

Los escritos de Julio Antonio Mella

Gracias a una nota preparada por Antonio Ponce para al último número de la revista mexicana Proceso, nos hemos podido enterar que, gracias a la Casa Editora Abril habanera, y a Margarita Ruiz, ex agregada cultural de la embajada de Cuba en México, ya está lista la primera edición cubana del volumen Julio Antonio Mella en El Machete. La primera edición en español la escribió Raquel Tibol en 1968, en México, para Ediciones de Cultura Popular, y, la segunda, en 1984, para Editora Penélope.

La nueva edición será presentada este mes en la Feria Internacional del Libro de La Habana. Con prólogo de Adys Capull y Froilán González, el volumen contiene “Una Explicación Necesaria” de Tibol, escrita en México, en mayo de 1967, que se reproduce a continuación y explica con puntualidad la factura del trabajo:

“En octubre de 1966 comencé a ordenar para su publicación el archivo del pintor David Alfaro Sequeiros. Entre los huecos que descubrí en la importante colección de documentos del artista había que contar la época de El Machete, periódico fundado en la primera quincena de marzo de 1924 por David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero y Diego Rivera, miembros del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores, y que, a partir del número 36, del 1º de mayo de 1925, se convirtió en el órgano central del Partido Comunista Mexicano. Recurrí entonces al señor Miguel Ángel Velasco, dueño de la única colección completa que existe en México del primer periodo de El Machete: tres tomos encuadernados que contienen desde el número 1 al 173, este último con fecha de 13 de julio de 1929.

“Al tener en mis manos la colección, a mi propósito concreto de llenar los huecos del archivo siqueriano se impuso una realidad inesperada, pero tan apasionante, que no puede eludir: la presencia en El Machete del líder antiimperialista cubano, Julio Antonio Mella, la cual expresaba uno de los momentos culminantes de la solidaridad revolucionaria latinoamericana, solidaridad que emergía ahora con los valores de un símbolo vivo y necesario, porque tan solo 33 años después del inicio del exilio a que lo obligara la criminal dictadura de Gerardo Machado, había triunfado en Cuba una revolución que renovó, amplió y profundizó los horizontes de esa solidaridad continental por la que Mella trabajó con pasión crítica y vigilante, sin perder de vista la razón primera y última de la lucha común: el abatimiento del imperialismo norteamericano.

“Suspendí por un tiempo el trabajo en los papeles de Siqueiros y me dispuse a exprimir de El Machete todo cuanto pudiera encontrar en sus páginas sobre Mella y sobre la Cuba de su tiempo. Gracias a la ayuda de Rafael Carrillo y de Rosendo Gómez Lorenzo, director y jefe de redacción del periódico en aquella época, pude localizar columnas escritas anónimamente por Mella y tener la plena certeza de que Cuauhtémoc Zapata y Kim habían sido los seudónimos que le sirvieron para darle paternidad a una producción periodística abundante y diversa, que tiene la común calidad de aplicar siempre -de manera sensible, sin pedantería y con auténtica cultura- la teoría de Marx y de Lenin al análisis o a la relación de hechos inmediatos.

“La cosecha fue más rica de lo que esperaba, y creo que documenta con elocuencia aquel momento luminoso de fraternidad revolucionaria.

“He dado a los originales de Julio Antonio Mella, a los documentos de las agrupaciones políticas y a las crónicas periodísticas, un orden que facilite su estudio y su valoración.

“Mucho fue lo que Mella hizo en los escasos tres años que pasó en México. El Machete reflejó gran parte de un todo que habrá que completar para que se salve del olvido cuanto responde a este joven de las luchas antimperialistas”.

9.2.08

La narrativa de Haruki Murakami

El día de hoy, en Babelia, el suplemento cultural de El País, Javier Aparicio Mayde acaba de publicar un interesante artículo a propósito del próximo lanzamiento de la edición en español del libro de cuentos Sauce ciego, mujer dormida (Tusquets Editores), del conocido escritor y traductor japonés Haruki Murakami. El comentario en cuestión se titula “Veinticuatro imágenes de la alienación” y vale la pena leerlo pues es una buena aproximación a este originalísimo autor que, pese a sus guiños a la llamada literatura pop, no deja de conmovernos por su soledad y ansia de amor, su increíble imaginación y su estilo tan experimental.

“Regresa el proteico Murakami (Kioto, 1949) con Sauce ciego, mujer dormida, una caja de 24 bombones de papel bajo el brazo, rellenos de deliciosos venenos o de eficaces placebos, de muy amargo cacao algunos, otros extra light envueltos en llamativos papeles de colores o trufados con extrañas y adictivas especias psicológicas, todos de formas múltiples, marca de la casa. Veinticuatro cuentos publicados de 1983 a 2005 por fin reunidos en una caja que vale por un muestrario de esa obra suya excéntrica escrita con hipnótico, simbólico e histriónico estilo, que juega a componer historias de onirismo, globalización y extravagancia que devienen puzles ontológicos ("¿eran una ilusión? ¿O era yo, quizá, la ilusión? Fui incapaz de discernirlo", escribe en 'El cuchillo de caza'), constantes ejercicios de especulación metaficcional ("yo -Murakami- soy el autor de estos relatos" es el modo como arranca 'Viajero por azar', que sigue con fórmulas como "¡anda! Eso es inventado, ¿verdad?, me dijeron. Como soy novelista, la gente tiende a creer que todo cuanto escribo es una invención"), alegorías o relatos à clef (como esa letal parodia de los críticos literarios escondida en 'Conitos') y, por encima de todo, un tentador juego sin reglas de la imaginación truculenta y las tribulaciones emocionales, un taller de escritura verdaderamente creativa. "Para mí el cuento es una especie de laboratorio experimental como novelista, de modo que, sin cuentos, la tarea de escribir novelas resultaría aún más difícil", confiesa en la introducción y, de hecho, es fácil advertir que cuentos como 'El pájaro que da cuerda al mundo', 'La luciérnaga' o 'Los gatos antropófagos' fueron reescritos para incorporarse al texto de sus novelas Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1995), Tokio blues (Norwegian Wood) (1987) y Sputnik, mi amor (1999).

Tradujo al japonés El guardián entre el centeno, de Salinger, y no en vano uno de los escasos denominadores comunes de sus relatos es su poderosa primera persona arrastrando al lector a un viaje por el subconsciente y sus fantasías animadas. Las apariciones fantasmales, el azar prodigioso, que comparte con Auster, el poder perturbador de sus imágenes -nacidas de la fruta, la noche, los espejos reveladores de la (multi)identidad, que comparte con Nabokov, o los claros de luna-, los espacios exóticos ("la jungla tropical engulle dentro de su tiempo eterno una mariposa de colores", 'El año de los espaguetis') o los diminutos pero mágicos procesos de la vida cotidiana, junto a la atmósfera psicótica y onírica a un tiempo de muchas de las páginas remiten al cine de David Lynch sin asomo de duda, Blue Velvet viene a la memoria y la envolvente ficción de Murakami se yergue entonces majestuosa, cargada de rara intensidad y convocando instantáneas trascendencias. Sus incontables lectores sabemos, sin embargo, que el estilo de Murakami surge de la perversión de combinar esa intensidad emocional con meros ejercicios lúdicos de travieso exhibicionismo narrativo y de banalidad bien condimentada. Que en ocasiones no dispara sino textos de fogueo, chucherías narrativas que nos entusiasman aunque satisfagan el apetito pero no alimenten. Que busca lo repulsivo -"(las moscas) se quedan dentro del cuerpo de la mujer y van comiéndose su carne" (Sauce ciego, mujer dormida")- y alcanza lo hermoso ("allí soplaba el viento del fin del mundo..."). Que es un fino lector de Scott Fitzgerald pero se vale de la violencia gore de los mangas, que es un name-dropper de la cultura pop occidental, a la vez que un audaz poeta en prosa (sus personajes piden una Perrier o recuerdan a Liz Taylor, y el narrador se gusta escribiendo frases nabokovianas del tipo "la luz de la luna parecía la simbólica escenografía de una obra de teatro de vanguardia"), un gamberro y un presunto místico alucinado, y que la consciencia y el humor son herederos por igual de un surrealismo de última generación que el autor de Tokio blues (Norwegian Wood) cultiva a sus anchas.

Su ficción no dispone de instrucciones de uso, surge de forma aparentemente caprichosa e improvisada como un ready-made pese a esas obsesivas recurrencias en forma de sueños, patologías (vómitos, tipos que hablan a solas o van al zoo), animales mágicos, epifanías, alucinaciones o llamadas telefónicas, imágenes de la alienación del individuo contemporáneo. Muestra en la misma página su genialidad y sus carencias, sus experimentos fallidos y sus historias memorables: "Ciertamente, en el terreno de la ficción me invento historias sin recato (de hecho, éste es el papel de la ficción)", confiesa en 'Viajero por azar', y ya decía la señorita Saeki en Kafka en la orilla (2002), con su pluma Montblanc en la mano y haciéndole de portavoz a su creador, que "el hecho de escribir ha sido importante. Aunque lo que haya escrito, como resultado, no tenga ningún sentido" (Tusquets, Barcelona, 2006, página 395). Prefiere ensayar o tantear a resolver, por eso su álter ego, el novelista Junpei de 'La piedra con forma de riñón que se desplaza día tras día', dice que sus "novelas son muy difíciles de clasificar. No se adscriben a ningún género concreto". Menos aún sus cuentos. Y es que es un prestidigitador literario. Es que, como señala un personaje más adelante, "es una especie de performer", un embaucador maravilloso que no cambia sus trucos porque seduce igual”.

Finalmente, para complementar todo lo que ha dicho sobre el último libro de Murakami, Mayde incluye este “decálogo murakamiano apócrifo”: 1. Silogismo: la ficción es imaginación y la imaginación es real, luego ¿la ficción es real? 2. Ante la duda, jamás desprecies la ficción de género: Raymond Chandler o J. G. Ballard también valen su peso en oro. 3. Lleva razón Roland Barthes: el que habla (en el relato) no es el que escribe (en la vida) y el que escribe no es el que es. 4. Pulp fiction y Cult fiction conviven en la novela sin necesidad de cuidados especiales. 5. Una fórmula para la felicidad: un vaso de Wild Turkey leyendo cuentos de Carver mientras suena la Suite francesa de Poulenc (o cualquier tema de Bill Evans o Bird Parker, de cualquier grande del jazz, mejor). 6. Un cóctel que nunca falla en narrativa: 1/3 de ambigüedad, 1/3 de humor y 1/3 de memoria inventada. 7. No existe la ficción americana, rusa o japonesa. Existe la ficción (que será global o no será). 8. Kafka en el altar: "Explica lo más extraño como si fuese lo más natural". 9. Balzac y Gauguin discutiendo sobre si Star Trek es mejor que Fort Apache mientras Hitchcock les espera en Starbucks tomando un café. 10. Goyesca japonesa: "El sueño de la ficción produce monstruos".

6.2.08

Gioconda Belli gana el Biblioteca Breve

Una de las más destacadas poetas latinoamericanas, fuertemente comprometida con la libertad, la nicaragüense Gioconda Belli, se adjudicó el martes la versión 50 del premio Biblioteca Breve que otorga la editorial Seix Barral, por decisión unánime del jurado. La escritora –quien formó parte en el pasado del gobierno sandinista– obtuvo el galardón, dotado con 30 mil euros, por su novela El infinito en la palma de la mano, historia en la que el misterio y la poesía se entrecruzan y dan lugar a fabulaciones de cómo pudo ser la vida de Adán y Eva en el paraíso terrenal. El jurado, integrado por José Caballero Bonald, Luis Mateo Díez, Pere Gimferrer, Rosa Montero y Elena Ramírez, eligió entre 499 originales que compitieron en el certamen que cumple medio siglo.En su argumentación, el jurado indicó que la obra de Belli destaca por su “singular enfoque, su capacidad evocadora y su recreación antropológica del mito de los orígenes”.

En conversación con los periodistas, Gioconda Belli admitió que la voz de los personajes fue lo que más trabajo le dio a la hora de enfrentarse a la narración, ya que “debía respetar la antigüedad, la magia, lo misterioso y lo inexplicable de la historia, con una pareja inocente, hasta que un día ella, con su mordisco a la manzana, da inicio al tiempo, a la realidad, a las amenazas, al frío o al hambre, pero también a la libertad”. Si bien Belli no es religiosa, dijo creer que el paraíso es una “aspiración” que persigue la humanidad desde siempre, pero aclaró que su novela “es una puesta en escena de esa primera relación entre hombre y mujer que, tras descubrir que han sido condenados a muerte, ven que sólo reproduciéndose tendrán algún remedo de inmortalidad”.

Nacida en Managua en 1948, la escritora cursó estudios secundarios en España y luego vivió y estudió en Estados Unidos. Regresó a la capital nicaragüense en 1967, donde se casó y tuvo una hija. Sus poemas aparecieron por primera vez en 1970, en el semanario cultural del diario nicaragüense La Prensa. Su poesía, considerada revolucionaria por su manera de abordar el cuerpo y la sensualidad femeninas, causó gran conmoción en los medios literarios.

Como gran parte de los intelectuales de su generación, Belli se integró a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y militó en esa organización desde 1970 hasta 1994. Perseguida por la dictadura somocista, vivió en el exilio en México y Costa Rica. En 1978 obtuvo el Premio Casa de las Américas por su poemario Línea de fuego. Cuando los sandinistas llegaron al poder, en 1979, Belli ocupó varios cargos dentro del gobierno revolucionario. En 1984 fue representante sandinista ante el Consejo Nacional de Partidos Políticos y vocera del FSLN en la campaña electoral, pero en 1986 abandonó los cargos oficiales y se dedicó a escribir su primera novela, La mujer habitada, que publicó en 1988 y recibió grandes elogios de la crítica latinoamericana y europea.

Entre 1982 y 1987 publicó Truenos y arco iris, Amor insurrecto y De la costilla de Eva, tres libros de poemas que fueron publicados también en España, México, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Italia y Estados Unidos. La mujer habitada obtuvo importante éxito en Alemania, donde se publicaron un millón de ejemplares y ya supera las 20 ediciones, adjudicándose en 1989 el Premio de los Bibliotecarios, Editores y Libreros a la Novela Política del Año. Tras su segunda novela, Sofía de los presagios (1990), siguió Waslala (1996) y también escribió en esa época el cuento para niños El taller de las mariposas. Belli dejó testimonio y memoria de sus años en el sandinismo en El país bajo mi piel (2001), traducido al alemán, holandés e italiano, y publicado en Estados Unidos un año después.

(De La Jornada, México D.F., 6 de febrero de 2008)

4.2.08

El hibridismo (im) posible de Gamaliel Churata

Escribe
Meritxell Hernando Marsal*

Este trabajo es una primera aproximación a la novela El pez de oro del peruano Gamaliel Churata, desde la perspectiva abierta por el hibridismo crítico. Churata, pseudónimo de Arturo Peralta, fue el fundador en 1924 del Grupo Orkopata de Puno y codirector junto a su hermano, el poeta Alejandro Peralta, del Boletín Titikaka, órgano de la vanguardia indigenista en el Perú. La novela, iniciada en 1927 y publicada en 1957, representa la tarea de toda una vida en la lucha por los derechos culturales indígenas; es una propuesta de hibridación casi imposible, auto-irónica, en conflicto permanente en todos los ámbitos: lingüístico (desarticulación del español al contacto con el quechua y el aymará que desemboca en un lenguaje nuevo, «indo-hispánico», marcadamente oral), temático (en la trama se mezclan experiencias verosímiles con otras de carácter mítico/maravilloso), cultural (gran cantidad de referencias intertextuales al pensamiento, a la literatura y al arte occidentales aparecen junto con constantes alusiones a la cosmovisión y a la cultura cotidiana andina) y metatextual (se tematiza abiertamente el problema de narrar este ámbito heterogéneo, la vigencia literaria del universo andino, el mestizaje, etc). Debo confesar que mi primera reacción ante el texto fue de deslumbramiento; de ahí nació este ensayo, con todo su entusiasmo e imperfecciones.

En él quiero centrarme en el análisis de la primera parte de la novela: «Homilia del Khori-Challwa». Se trata de una especie de introducción teórica que proporciona el marco a partir del cual leer los capítulos siguientes, de carácter más ficcional. Críticamente no tiene desperdicio; constituye una reflexión inédita, fuera de los cánones, sobre la literatura latinoamericana. En ella Churata hace del enfrentamiento el punto de partida para comprender América Latina: «De tal manera que la destrucción del Tawantinsuyu hizo más que tornarse guerra de células genésicas; y es a esa guerra a donde debiera acudirse para estudiar la histología de la hispanidad americana» (1957, p. 39).

Por ello, creo que las teorías desarrolladas por autores que evalúan el contacto de culturas en América Latina (la transculturación de Ángel Rama, la heterogeneidad de Antonio Cornejo Polar, las culturas alternativas de Martin Lienhard y las aportaciones sobre estos temas de Alberto Moreiras) serán un valioso apoyo para reflexionar sobre las propuestas de Gamaliel Churata y su proyecto literario.

(*) Nacida en 1977 en Barcelona, España. Maestra en Letras Latinoamericanas por la UNAM (México), con una tesis sobre Salvador Novo. Actualmente completa el doctorado en la Universidade de São Paulo, llevando a cabo un proyecto sobre la narrativa de vanguardia latinoamericana.

(El texto completo de este importante trabajo se puede leer en
Wayra, Año III, N° 6, Uppsala, segundo semestre de 2007)

2.2.08

Recordando a Volodia Teitelboim

Tras una agonía de 16 días, el 31 de enero falleció Volodia Teitelboim, quien contaba con 91 años de edad y, además de dirigente histórico del Partido Comunista de Chile (PCCh), era, por encima de todo, escritor y poeta. Según ha trascendido a través de los diarios y agencias de noticias, Teitelboim a murió a consecuencia de complicaciones renales, derivadas de la neumonía y el cáncer linfático que llevaron a internarlo en el Hospital Clínico de la Universidad Católica, en Santiago de Chile, el pasado 15 de enero.

Valentín Teitelboim Volosky nació el 17 de marzo de 1916 en Chillán, en la región central de Chile. Sus padres fueron Moisés Teitelboim y Sara Volosky, inmigrantes judíos provenientes de las lejanas tierras de Ucrania y Moldavia, quienes desde temprana edad le inculcaron el amor a la literatura. A los 16 años, Volodia, como fue conocido posteriormente, inició su militancia en las Juventudes Comunistas y desde entonces la actividad política marcó su vida. Estudió leyes en la Universidad de Chile y fue presidente del centro de alumnos de la Escuela de Derecho. Al egresar presentó su tesis de grado titulada El amanecer del capitalismo. La conquista de América. Lideró por años la oposición a la dictadura militar de Augusto Pinochet y en 1989 fue electo secretario general del PCCh.

En 1935, en colaboración con Eduardo Anguita, publicó la valiosa Antología de Poesía Chilena Nueva, que hace poco, en el año 2001, fue reeditada por LOM. Quizá el único error de Teitelboim fue no incluir en dicha obra a Gabriela Mistral, situación de la que más tarde se arrepentiría profundamente. En esa época, este hecho motivó una fuerte controversia y acentuó la pugna entre Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda, con quien Volodia sólo desde 1937 cultivaría una estrecha amistad. Tres años antes, fue precisamente Teitelboim quien señaló que el "Poema 16" del futuro Premio Nobel de Literatura era una paráfrasis del "Poema 30" de El Jardinero, de Rabindranath Tagore. Aunque en su momento los detractores de Neruda, como Huidobro y De Rokha, intentaron utilizar la anécdota para acusar al vate de un supuesto plagio, el hallazgo pasó a la historia de la literatura universal como uno de los más bellos ejemplos de paráfrasis.

En 1952 Teitelboim publicó Hijo del salitre, novela que fue descrita entusiastamente por Pablo Neruda como un "racimo asombroso de vida y de luchas cargadas de semillas". Tuvo numerosas ediciones en Chile y fue traducido a varios idiomas. En 1954 fundó y dirigió en Santiago la revista cultural Aurora, y más tarde, durante su exilio, hizo lo mismo con la recordada Araucaria de Chile. La revista fue publicada en Madrid, España, durante 12 años y fue un instrumento de resistencia crítica de los intelectuales chilenos exiliados.

El golpe de Estado de 1973 lo sorprendió en Europa y de ahí en adelante se trasladó de nación en nación para asentarse en Moscú, por 15 años. Trabajó en el programa transmitido por onda corta Escucha Chile, de Radio Moscú, donde junto con otros exiliados políticos denunció los atropellos a los derechos humanos en su país. Regresó clandestinamente a Chile en 1988, en las postrimerías del régimen militar, uniéndose a la lucha por el retorno a la democracia. En 1984 apareció en España Neruda, su biografía de Pablo Neruda, publicada también en cuatro idiomas diferentes: inglés, ruso, alemán y francés. También fue biógrafo de Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges, a quienes les dedicó los libros Gabriela Mistral, Pública y Secreta (1991), Huidobro, la Marcha Infinita (1993) y Los Dos Borges (1996), en forma respectiva. En sus últimos años venía trabajando en una biografía de Juan Rulfo.

Durante su vida desarrolló distintas labores, como escritor, crítico literario, periodista fundador de El Siglo, abogado, locutor radial, diputado, senador. Un muchacho del siglo XX, fue el libro de memorias que editó en 1997. En 2000, dio a conocer La gran guerra de Chile y otra que nunca existió, un año más tarde, Noches de radio que recogen, desde su perspectiva política y social, una gran gama de situaciones y vivencias del Chile del siglo XX. En agosto de 2002, recibió el Premio Nacional de Literatura. Ese mismo año lanzó su última obra Ulises llega en locomotora. En 2006 le detectaron un cáncer linfático que, poco a poco, fue menguando sus fuerzas.

En un comunicado, difundido poco después de la sentida muerte de Teitelboim, el PCCh manifestó: “Volodia fue un gran argumentador de la unidad del pueblo, un luchador infatigable por la dignidad y los derechos de los trabajadores, y un demócrata incansable”. Días antes, luego de visitar el nosocomio donde Teitelboim estaba internado, Michelle Bachelet, presidenta de su país, realizó un reconocimiento público de su trayectoria y se refirió a él como “un gran luchador de las causas de los trabajadores de Chile, como un gran escritor también, poeta, Premio Nacional (de Literatura)”. La jefa de Estado recordó también que el autor de Hijo del salitre es “un hombre que en cada una de sus obras pensó, cuando las escribió y las desarrolló, siempre en los más desposeídos, los más vulnerables, los más frágiles”.