21.11.08

Los años de violencia

Luego de haber publicado dos libros acerca de la violencia en el Perú, Mark Cox anuncia el contenido y perspectiva de uno nuevo que gira en torno al mismo tema.

-¿Cuál es el contenido de tu próximo libro?
-El libro trata acerca de la violencia en la cultura en los años 80 al 90, tiene estudios académicos como artículos de escritores. Por ejemplo, de Dante Castro y Luis Nieto, también documentos de presos políticos de los penales. Además, aparecerán artículos de carácter académico escritos en los Estado Unidos y Europa, desde diferentes perspectivas.

-¿Cuáles por ejemplo?
-Trata de estudios sobre la poesía, el teatro y la narrativa. Como se sabe, en los últimos años hay más personas que publican acerca de ese tema, cada vez hay más académicos que han empezado a estudiar de manera seria la violencia. Entonces, el libro tiene la intención de ser un aporte a los estudios académicos.

-¿Por qué te interesa particularmente el tema de la violencia?
-Bueno, es un tema que trabajo hace casi veinte años. Entonces, tengo tantos materiales, estoy tan metido y tengo que seguir trabajando en esa temática. Un desafío mío es divulgar este acontecimiento a muchas personas que no lo conocen. Los escritores andinos no tienen un gran circuito para sus publicaciones.

-Esa violencia que plantean los escritores, ¿ha terminado o tiene otras proyecciones?
-Bueno, mi trabajo corresponde a los años 80-90 y creo que sigue específicamente la violencia política. No se trata de la violencia política en general, mi interés está centrado en la violencia de esos años, en la guerra. No invado el campo de la historia.

-¿Cuáles son las causas reales de la violencia política en el Perú?
-Bueno, lo que veo es la realidad de la pobreza y que no hay manera de eliminarla dentro del sistema, esa es una de las causas por la surgió el movimiento subversivo. Además hay muchos factores. Desde mi perspectiva, lo que me interesa es la literatura, qué dicen los escritores, no interesa lo que yo pienso, mi área no es la política.

-¿Cuánto de ficción y de realidad hay en esa literatura?
-Como sabemos, muchas veces la ficción resulta siendo una verdad, hay maneras de hablar de la violencia con la ficción y llegar al fondo más que con las ciencias sociales.

-¿De qué sirve esa literatura?
-Fue un período tan dramático para el país y es por eso que hay que estudiar cuál es la respuesta cultural acerca de ese hecho. Me interesa saber cuáles son las perspectivas usando la violencia para dar una mayor y distinta visión de cómo es el Perú. Por ejemplo Lituma en los Andes, de Mario Vargas Llosa, plantea que los campesinos son primitivos, son bárbaros y que la manera de superar es el neoliberalismo, hay otros que optan por otras rutas. Entonces, por la literatura también podemos analizar al Perú, podemos dar una idea respecto a lo que aconteció en los años de la guerra.

(Fuente: La Primera, Lima, 21/11/08)

16.11.08

Para leer Labranda

Por Abelardo Oquendo
La República, Lima, 16/11/08


La poesía no es una lectura fácil. Es un placer cuya plenitud se alcanza con la frecuentación de la obra del poeta elegido y con la capacidad de ubicarlo en su lugar y su tiempo. Mario Montalbetti nos lo recuerda en su comentario a Labranda, el poemario más reciente de Róger Santiváñez. Sugiere: "Si no han leído su obra anterior difieran la lectura de este libro. Al menos consigan su admirable libro antológico Dolores Morales de Santiváñez (del 2006) y reconstruyan el proceso que lo hizo llegar hasta aquí antes de embarcarse en Labranda. Solo así podrá apreciarse la persistencia de un hilo que se enmadeja asombrosamente hasta generar este nudo de palabras autónomas que es Labranda." Para iluminar este punto cuenta una anécdota de Miles Davies a quien, en un bar de Nueva York donde daba un concierto, una señora le confiesa que no entendía lo que estaba tocando. Miles le responde: No espero que lo entienda. Usted solo me ha escuchado por media hora, yo vengo tocando hace 30 años.

"Santibáñez viene tocando hace más de 30 años. Es injusto y distorsionado comenzar a escucharlo poniendo Labranda", dice Montalbetti. Y también, y luego de recurrir a asociaciones musicales y de nombrar a Mahler, Miles y Hendrix para mejor explicarse, que "esa libertad y autonomía de la digitación musical o poética [presente en el libro] es el signo de un gran placer; de un gran placer que es de Santiváñez, sin duda, pero del que vicariamente podemos participar si nos animamos a tocar covers de Labranda durante lecturas repetidas."

Este columnista ha estimado siempre la obra de Santiváñez pero está lejos de ser un conocedor de ella o de tenerla fresca en la memoria. No obstante, entró sin más en Labranda y no pudo asentir todos los elogios que MM le prodiga. Por tanto, ha retomado Dolores Morales de Santibáñez –donde RS hace una selección de su poesía (1975-2005)– y ahora ha vuelto a Labranda en busca del placer que no quiere perderse. Lecturas repetidas, esa es la clave; que solo puede funcionar cuando la intuición de un mayor placer posible nos mueve, no la búsqueda de un "sentido" (ese ‘lo que el poeta quiso decir’, como si no hubiese querido decir lo que dijo). El columnista, pues, da el ejemplo para que el lector dispuesto a internarse en Labranda siga la sugerencia de MM. Lo hace porque confía en RS y en MM, y se compromete a volver sobre el libro si lo defraudan.

-Nota. El texto de MM puede verse en Hueso húmero 52 (Lima, 2008).

15.11.08

Del Toro por las astas

Por José Pablo Feinmann
Página/12, Buenos Aires, 09/11/08


Pocos personajes han dejado de significar lo que significaban hasta tan extremo punto como Ernesto “Che” Guevara. En los ’60, uno decía “Guevara” y no sólo decía “lucha armada”, decía “foco insurreccional”, “preferencias de la guerrilla rural sobre la urbana”, “relaciones distantes con la Unión Soviética”, “crear dos, tres, muchos Vietnam”, “hagamos de nuestros hombres frías máquinas de matar”, “sólo un pueblo con odio puede vencer a un enemigo despiadado”. El desangelado Mario Vargas Llosa en cierta nota de los años ’90 festejó que ninguna de las ideas del Comandante quedaba en pie. Es posible. No es él, al menos, el que las encarna. El Che, hoy, sólo una cosa encarna: la lucha contra la injusticia, la idea de la rebeldía. Pero, ¿qué injusticia? La de todos. Para el Che era la del imperialismo norteamericano, “el más grande enemigo de la Humanidad”. ¿Qué rebeldía? La rebeldía contra el sistema de producción capitalista, en el que el hombre explota al hombre.

Ahora, Hollywood hace una película sobre el Che. La de Benicio del Toro. ¿Por qué los yanquis aceptan al Che y escupen sobre Evita? Porque el Che es un muchacho de buena familia. Un pibe urbano. Es hombre, no es mujer. No tiene un pasado sórdido. Si cogió, es un hombre y nada más natural ni estimulante que un hombre coja. Eso lo hace un macho. Si Evita cogió, es una puta. Si cogió para trepar, peor todavía. Es una mujer. Mujer que coge, mujer puta. Era populista y no marxista. El Che tiene tras de sí Das Kapital. Evita, los folletines baratos que se leían en las provincias hacia 1930. El Che se llama Guevara de la Serna. Tiene una familia. Es hijo legítimo. Tiene padre, madre. Es culto. Ha estudiado. Conoce la universidad. Jugó al rugby. Evita es una bastarda. Hija ilegítima de un viajante de comercio pobretón. Se dice que en la casa de su madre funcionaba un burdel. Se rajó de Junín porque se acostó con el cantante Magaldi, apenas a los dieciséis años. El Che recorrió en moto América latina. Se emocionó en los leprosarios como el mismísimo profeta de Nazareth. Evita agredió, para trepar, a la lustrosa oligarquía argentina. El Che derrotó a un tirano sangriento, a un sargento bruto y bastante negrazo. Si le pulimos la ideología, si atenuamos sus rasgos antiimperialistas, haremos de él lo que queremos hacer: un héroe, el símbolo del aventurero, del idealista. Total, ya no jode a nadie. A Evita que la haga Faye Dunaway, que aparezca bastante desnuda en el afiche y con una gorra militar en la cabeza. Se la sacó, para juguetear, al teniente o al coronel con el que se acostó esa noche. Que la haga Madonna, que da puta, que da loca, que canta y se pone la mano entre las piernas. ¿Por qué esta diferencia? ¿Por qué el imperialismo se traga al marxista Guevara y escupe sobre la populista Eva? Por lo dicho. Evita es el insulto, la agresión, la falta de respeto. Porque Evita es el Otro. El Che es de la misma estirpe. Porque el Che es un muchacho de clase alta, de linaje, educado. Evita es una rea, una bastarda y una trepadora que usa el sexo para su incesante ambición. Cada polvo, un escalón más. El Che muere en la lucha, agotándose, es el asma el que lo agota. Se lo ve en el piletón de Vallegrande, con los ojos abiertos, como si aún viviera, como si nunca fuera a morir porque es inmortal. Evita muere de cáncer y el cáncer lo tiene entre las piernas. Todo es sucio en ella, hasta eso. Evita les faltó el respeto. Más que el Che. Le añadió al odio el mal gusto y la bastardía y la mala vida.

Benicio del Toro tiene asma casi todo el tiempo. Admira pensar que el Che haya podido hacer algo con pulmones tan deteriorados. Pero la voluntad del héroe se sobrepone a todo. Ya no importa que el héroe haya odiado al capitalismo. Ahora le será útil. Acaso prepare el camino para arreglar las relaciones con Cuba de una vez por todas. También para que la famosa remera empiece a imprimirse con la cara de Benicio del Toro, algo muy posible y que sería uno de los últimos golpes para lograr su inexistencia.

La primera parte de Che (El Argentino), que es la que se estrena la semana que viene, son dos horas y aún los guerrilleros no han entrado en La Habana. Si se logra mostrar que las revoluciones son largas y aburridas algo más se habrá logrado. En suma, las verdaderas caras del Che y de Evita, o mejor dicho: la restauración de esas caras, su restitución, no vendrá del marketing hollywoodense; vendrá, si viene, de las viejas luchas que ellos encarnaron contra las infamias de este mundo. De quienes puedan asumirlas hoy. Si alguien, un grupo, un pueblo, una nación, un país, un continente, las actualiza, las trae combativamente al presente, ellos volverán a vivir. Como mercancías seguirán atractivos, vistosos, pero muertos.

5.11.08

Libro-homenaje a JCM

Convocatoria
Homenaje a José Carlos Mariátegui y sus
7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana


El Seminario Latinoamericano de la Universidad de Uppsala, Suecia, y la revista Wayra vienen trabajando en la preparación de un libro de homenaje a José Carlos Mariátegui y sus 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, que será publicado en el transcurso del año 2009.

El libro recogerá estudios sobre Mariátegui, sus 7 Ensayos, sus relaciones con la intelectualidad peruana de su tiempo y la vigencia de su pensamiento. Dichos estudios deben ser de entre 15 a 40 páginas en formato A4, escritas a espacio y medio y con letras Times New Roman de 12 puntos.

La fecha límite para la recepción de los trabajos, que serán evaluados por un comité especializado, será el 31 de diciembre de 2008.

Atentamente,

Hernán Horna
Uppsala universitet
Historiska institutionen
Thunbergsv. 3 A
751 26 Uppsala – Sweden
E-post: Hernan.Horna@hist.uu.se

Carlos Arroyo Reyes
Revista Wayra
Bernadottestigen 19 D
756 48 Uppsala – Sweden
E-post: carlos.arroyoreyes@telia.com

2.11.08

El poeta Efraín Miranda

Por Manuel Burga
La República, Lima, 30/10/08


No es nada raro preguntar a los poetas por la naturaleza, ausente, incipiente o madura, de nuestra constitución nacional. Ellos, muy frecuentemente, no lo saben, no lo racionalizan, pero lo sienten y lo transmiten mejor que nadie. Por eso acepté la invitación de Gonzalo Espino, poeta y profesor sanmarquino, a participar en el evento "Más allá de los Márgenes y los silenciamientos" en homenaje al poeta Efraín Miranda. Leí diligentemente los 99 poemas que conforman su poemario CHOZA publicado en 1978, hace ya 30 años.

Desconozco los detalles de la biografía de este apreciado y celebrado poeta. Solamente sé que es puneño, nació en 1925 y que por lo tanto pertenece a esa importante generación peruana de los años 50. Vino a Lima en 1955, a publicar su poemario Muerte Cercana y conoció a Sebastián Salazar Bondy, quien apreció y saludó su poesía, pero pronto regresó a su terruño. En 1971, como revelando su fina naturaleza, sustentó –en la Escuela Nacional María Auxiliadora de Puno– una tesis llamada "Enseñanza de la poesía en la zona rural", cuando ya era maestro de primaria en Jacha-Huinchoca, donde finalmente pasó treinta años de su vida. Ahora, me dicen, a los 83 años, vive su austero y modesto retiro en la ciudad de Arequipa.

Ilave, donde se ubica Jacha-Huinchoca, es una zona aymara que ha sido intensamente estudiada desde la experiencia jesuita en Juli colonial. En 1968 el antropólogo Harry Tschopik decía al describir Chucuito, ahora capital de provincia a la que pertenece Ilave: "Después de tres siglos de dominación española, y de una rica y variada historia republicana, Chucuito es, una vez más, un pueblo de indígenas". Indígena, dicho por un antropólogo, tiene una connotación muy propia y rotunda: significa que siguen siendo culturalmente aymaras.

Efraín Miranda, que al parecer viene de fuera, de la ciudad grande, pero que construye su "choza" en Jacha-Huinchoca, vuelve a repetir lo mismo 10 años después. Más aún asume la condición indígena, pero confiesa que habla de una vida ajena: "Y he usado la idea de existencia como mía/¡siendo en verdad que era vuestra la existencia!". En tanto poeta de sus huéspedes vence la alteridad, se pasa al otro lado para sentir la madretierra, el sol, el paisaje, las plantas y los animales en esa inconfundible sensibilidad aymara.

Miranda tiene una idea muy clara del Estado peruano, de su presencia en Ilave. Sabe que no hay acuerdo, contrato con el Estado, lo percibe en su descarnada y violenta dimensión. Expresa una hosca y profunda lejanía de lo occidental e identifica al Estado con ese mundo que viene de fuera. Se pregunta: "¿Qué presidente es el iluminado?/ Ninguno ha nacido en nuestras chozas, /ni uno tiene el volumen de media gota de nuestra sangre, /¡nadie, el cerebro y el pulso de nuestros incas!". En el poema LÑ, uno de los últimos, habla que muchos vienen de fuera, muchos, profesionales o representantes del Estado, incluso antropólogos, "…nos analizan desde distancias/ temen pasar los barrotes de su cultura a la nuestra /¡temen morir!/". Para terminar diciendo "Solamente nosotros nos entendemos;/¡nosotros, solos, en nuestro confinamiento!".

Es aún más desgarrador, cuando él mismo, Maestro rural, toma conciencia del papel corrosivo que juega en relación con su propia gente y lo confiesa al hablar por una de las niñas de la Escuela: "Soi una indiecita escolar. Me reconoces; /mi retrato está en folios de grandes libros; /retratada con polleras o con "uniforme"/ Lloro porque soi india y tengo una niña blanca que el Maestro ha creado dentro de mí; / El Maestro se olvida de mí, de todos los alumnos y dice que para los indios no se ha inventado nada". Luego declara que esa niña blanca vive solamente en la Escuela, cuando el Maestro le habla, "en cada diciembre muere y cada abril resucita. /Al concluir mis estudios se extinguirá /en la parcialidad". Para volver, como dice Tschopik, a su condición indígena, aymara.

Efraín Miranda al traducir tan literalmente lo que los otros sienten se convierte en un poeta indio. Expresa ese confinamiento, en esas enormes reservas indias sin cerco, por donde muchos pasan y pocos se quedan. El Estado aparece como ese animal astuto que viene de lejos, de Occidente, para llevarse lo que puede, pero no para dejar algo, ni siquiera educación, ni la ilusión de pertenecer a esa comunidad imaginaria que nunca aparece con su nombre propio, Perú. Parecería que los peruanos, como dice Benedict Anderson, no vivimos dentro de un tiempo homogéneo; más bien, muchos, más de los que imaginamos, vivimos en tiempos heterogéneos, y qué bueno que los poetas, como el Maestro Efraín Miranda, que no son políticos, y casi no son gente de este mundo, nos lo recuerden.