
"Sensible hasta la exacerbación al encarcelamiento de Ernst, el sufrimiento maduró su obra y ahora es ella quien guía a los hombres y a las mujeres hacia un mundo en que pueden salvarlos los poderes de la mente (y del corazón). En el mundo de la tecnología, Leonora es la primera en temerle a la noche y a las malas vibras, y la primera en crear una atmósfera en que los animales son fuerzas del destino, como los nahuales lo son de los indígenas. Con razón una de las maravillosas esculturas que presenta en el Museo de Isaac Masri se llama: El nahual del mono con su águila en el dedo. A cada uno de nosotros le corresponde un animalito sobre la tierra, un hermano, un ángel de la guarda sin alas aparentes. El suyo es el caballo. Y tiene alas de arcángel.
Gracias a Leonora giramos entre el inconsciente y el mundo de la naturaleza. Gracias a ella, también, México puede ostentar la joya más preciada en la corona del surrealismo, o mejor dicho, la estrella más alta en el alto árbol de quienes quisieron transformar al mundo: los surrealistas".
Así concluye Elena Poniatowska su hermoso artículo "La flor de fuego", que, en homenaje al 90 aniversario del nacimiento de la gran pintora surrealista Leonora Carrington (Chorley, 1917), acaba de publicar en La Jornada Semanal, de México.
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