Mariátegui vino a Milán y lo acompañé cuando pude. Me invitó a pasar unos días en Frascati, donde vivía en una hermosa villa. Fui con la idea de quedarme junto a ellos una semana y me retuvieron casi un mes, lapso que reconozco fue agradabilísimo e instructivo para ambos. Sirvió a Mariátegui para ponerse al corriente de los movimientos artísticos contemporáneos y a mí para conocer las luchas de nuestra América coercionada.
No perdimos el tiempo, por cierto; por las mañanas, él escribía para sus diarios que le pagaban en esterlinas, y yo dibujaba; por las tardes y por las noches, conversábamos de cuántas cosas, mi Dios. Me posó para un retrato que no terminé y que se halla en Lima, en poder de sus familiares. Vivimos juntos en Berlín al año subsiguiente, luego regresó a su patria. Mantuvimos una correspondencia regular hasta que sobrevino su muerte, tan prematura. Fue una pérdida para el Perú. En 1925 escribió sobre mi arte en la revista limeña Variedades, e hizo insertar otro artículo en Amauta, de la cual era director, firmado por Baldomero Sanín Cano.
* * *
Una habitación me aguardaba en el alojamiento berlinés de José Carlos Mariátegui. Fue un verdadero placer encontrarnos de nuevo y reanudar nuestras charlas. Pasamos juntos muy lindos días; recuerdo con un agrado especial que le presenté en la ocasión a un poeta de Colonia, cuyo nombre desgraciadamente olvidé, ser encantador y muy inteligente que dominaba varios idiomas, incluido el ruso. Se hicieron grandes amigos.
A mi alojamiento vino un periodista enviado por la revista Atlántida de Buenos Aires. Se llamaba Julio de la Paz y su misión en Europa, me dijo, era entrevistar a algunos argentinos. Le hice ver los cuadros, bella y frescamente enmarcados, que tenía conmigo, aunque no sin prevenirlo contra el susto que iba a pegrarse. El choque fue violento, a pesar de todo, y se asustó. ¿Cómo hacerle comprender mi arte? Me escuchó hablar sin tomar apuntes; luego fuimos a un café donde lo puse en contacto con Mariátegui, compatriota suyo. En verdad, yo esperaba un artículo sin pies ni cabeza; debo reconocer que escribió una nota afable y, en síntesis, simpática.
(Emilio Pettoruti: Un pintor ante el espejo,
Buenos Aires, Solar/ Hachette, 1968, págs. 146 y 151)
Retrato de Mariátegui que Pettoruti dejó inconcluso en Frascati
1 comentario:
a mi me encanta como pinta Pettoruti, es un gran artista, realmente no sabia que había estado por Europa, pensé que no salia de Argentina, va, desde que conseguí un alquiler temporario en buenos aires hace unos años y vivo allí que escuche siempre la presencia de el solo en este país
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