El escritor peruano Mario Vargas Llosa trabaja en una nueva obra de largo aliento, inspirada en la vida del diplomático irlandés Roger Casement, laureado cuando defendió a los pueblos del Congo y de la Amazonia y ejecutado en 1916 por conspirar a favor de su país contra Londres.
“Es un personaje de novela, de cuya existencia me enteré leyendo una biografía de Joseph Conrad”, dijo Vargas Llosas a periodistas en su fugaz paso por Caracas, donde presenció un montaje de su pieza teatral Al pie del Támesis. Relató entonces que Casement, nacido cerca de Dublín en 1864, cuando toda Irlanda estaba bajo la corona inglesa, fue un joven cónsul en África durante la conquista del Congo por cuenta de Leopoldo II de Bélgica, que se posesionó del territorio que hoy ocupa la República Democrática del Congo.
“Casement documentó y acompañó a Conrad (autor del relato sobre la conquista congoleña El corazón de las tinieblas) y denunció la muerte de unas 10 millones de personas en los años de la colonización belga, lo que le hizo popular en Europa como defensor de los derechos humanos y recibió condecoraciones británicas”, contó Vargas Llosa.
Así, cuando llegaron a Europa denuncias sobre los abusos de las compañías caucheras contra poblaciones indígenas en la Amazonia peruana y colombiana, Casement fue enviado a elaborar un informe y, como producto de él, varias de esas corporaciones quebraron en las bolsas y el diplomático fue víctima de algún atentado. Durante la Primera Guerra Mundial, Casement entró en negociaciones clandestinas con los alemanes para obtener armas y municiones para los independentistas irlandeses. Al enterarse de esos movimientos, Londres lo llevó a juicio, acusando de “traición a la patria” a quien fue adalid de los derechos humanos.
Cuando intelectuales como el irlandés George Bernard Shaw, el escocés Arthur Conan Doyle o el propio Conrad defendieron a Casement, la corona británica divulgó unos supuestos diarios del diplomático y activista irlandés para demostrar su presunta homosexualidad y gusto especial por los adolescentes. El juicio prosiguió y Casement fue ejecutado en la horca el 3 de agosto de 1916, condena a muerte que también sufrieron ese año otros dirigentes del movimiento independentista irlandés.
Vargas Llosa viajará en octubre de este año a la región del Congo y durante algunos meses de 2009 vivirá en Irlanda. La mayor parte de la obra de Vargas Llosa, de 72 años y también con nacionalidad española desde 1993, tiene como escenario su Perú natal, más los dos grandes frescos de Brasil en el siglo XIX y República Dominicana en el XX que son La guerra del fin del mundo (1981) y La fiesta del Chivo (2000). Pero recientemente amplió el horizonte en su quehacer de ficción y acentuó su presencia como hombre de teatro, incluso como actor de su propia adaptación de Las mil y una noches, junto a la actriz española Aitana Sánchez-Gijón.
En Lima, hace una semana, fue el gran homenajeado en el Festival Latinoamericano de Cine de esa ciudad, hubo una exposición en su honor y se bautizó un teatro con su nombre. En Venezuela, la Universidad Simón Bolívar le otorgará en diciembre un doctorado honoris causa. El autor asistió el fin de semana en Caracas al montaje de su obra Al pie del Támesis, dirigida por Héctor Manrique y con elenco del Grupo Actoral 80, donde se narra la historia de dos amigos que se reencuentran al cabo de 30 años de una separación un tanto amarga y se consiguen con que uno de ellos cambió de sexo y es una experimentada mujer.
Vargas Llosa narró que se inspiró en el poeta venezolano Esdras Parra, a quien conoció en Caracas hace cuatro décadas y, cuando 30 años más tarde se lo refirió en Londres el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, lo encontró convertido en una señora.
“Fue una reunión extraña en la que constantemente metía la pata, pero se convirtió en el eslabón que estaba buscando” para una obra. ¿Por qué la convirtió en teatro y no en novela? Porque, explicó Vargas Llosa, cuando tiene una historia entre ceja y ceja imagina con cual género podrá sacarle mayor provecho, aunque carece de una regla fija para tal divisoria de aguas.
La política no podía estar ajena en una conversación con Vargas Llosa en Venezuela, a cuyo presidente Hugo Chávez el novelista ha criticado desde que llegó al gobierno en 1999. En ese año escribió un artículo alertando sobre una “nube negra” que se cerniría sobre el país petrolero. “La respuesta de hasta cuándo tendrán esta nube negra corresponde darla a los venezolanos. Como en el caso de Bolivia, son gobiernos elegidos por sus pueblos. Salvo casos excepcionales, los pueblos tienen los gobiernos que quieren tener”, afirmó.
Se declaró espantado de que “todavía en América Latina hay ejemplos absolutamente plagados de autoritarismo y populismo, y sectores que aún piensan que ese puede ser el camino del desarrollo, aún a costa de lo que significan en recorte de libertades, corrupción y violencia”.
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