He leído y releído el original y breve poemario de nuestro vate Iván Yauri; siempre joven, inquieto, obsesionado por aportar y concretar hallazgos para rejuvenecer el siempre difícil arte de la poesía. Iván Yauri, Quillabamba (Pampa de la Luna), Cusco, nos envuelve suave y deliciosamente con su a la vez leve y poderoso Viento de fuego. No utiliza la forma tradicional del verso, sino que nos entrega un discurso poético sobrio y rítmico en su interior, suspendido en una oralidad que pretende comunicarnos su arrebato como palabra por palabra y no verso por verso. Trata, en su aparente intento coloquial, de atraparnos y no permitirnos ni siquiera tomar un breve aliento o pausa en la lectura, como si fuera un verdadero viento, un viento que a veces impacta fuego por su densidad.
Hablando con él una noche en mi casa de Tablada de Lurín, le dije que creía muy bueno que practicara esta especie de acercamiento tridimensional, dejando caer sus palabras una por una como piedras llameantes, para así lograr un mayor contacto con el lector o auditor. Era el estilo que en veces usó Maiakovsky, y hasta Jorge Eduardo Eielson en su Habitación en Roma, como “versos para leer en el tranvía” o para embarcarse en un raudo vuelo, en un viento embriagador, turbulento y poderoso. Le recordé que Westphalen se contentó con escribir algunos poemas en forma de simples cuadernos. Sumaban unos ocho o diez poemas en total, aunque cada uno diverso y de entonación diferente. Iván nos transmite no un conjunto de poemas reunidos en el tiempo, sino un poemario que se parece a la corriente continua, a una especie de palpitar arrítmico del corazón sin descanso previo.
Iván Yauri es también conocido por su enérgica y constante militancia revolucionaria; es un activista político y cultural. No deja en paz a la reacción ni al sistema, y sin embargo se da tiempo para escribir también una poesía de calidad, sumamente depurada, como para el gusto de los que saben apreciar la poesía. Lenin pensaba que había que dejar que los poetas hagan buenos poemas, que produzcan tranquilos y que militen como quieran. Yo digo que Iván Yauri ha traspasado la línea del simple y curtido militante, y que llega ahora con Viento de fuego a ocupar las mayores alturas de la poesía nacional.
Con un abrazo fraterno,
Leoncio Bueno
Viento de fuego
Aletazo de Viento Sur
mece las fuerzas que trasiegan
asola vivo las figuras colocadas en su pulso
presas de su única salida
los perfiles tensos o versátiles
sujetos a sí mismos
por un ancho flanco de los tiempos arriba el
tropel de festivos ropajes sonoros
que se descargan hacia vastos parajes
donde se combate junto a mansos molles trasluciendo
los faroles ámbar del crepúsculo mientras
un limpio sinfín imprevisible de cristal celeste
devela el amor que se agolpa en las esquinas
se estrella los costados contra
los filos de las puertas inquietantes
en su barrio de crespa hierba y fauces reposadas
deambula sobre un montón de pena rígida
alterando el paso de la guerra.
Bajo la sorda trampa de los cables aéreos
los anfibios vagan sacudidos por las tormentas
un tamborileo seco de sus órganos marca
el vaivén de los cepos según metrónomo
aplastando nobles desencantos
la más notable reproducción
de objetos funcionales jamás prevista
sin duda la más alta y asombrosa maquinaria jadeante
dúctil y ruda en su llave maestra generando
la fuente de su propia encrucijada
y a pesar de todo se baila entre las horas
con júbilo de voces crepitantes
con brillo de siluetas fulgurando los senderos
saboreando los rítmicos celajes
antes de que un furioso temporal destartale
las magras copas de estos célebres vestigios
colérico arrase los campos infamados
un viento de fuego reviva los bramidos del mundo
depure el aire viajando ferozmente
aletazo tenaz
que anuncias la borrasca
la onda inexorable de tu asalto
como joven pedrusco decidido vuelo
aceleradamente en la tormenta
discurro diestro y azotando
hasta el centro de tu fuerza navegable
porque en el fondo claro
de tus bravos ríos
quiero encontrar
la libertad.
Hablando con él una noche en mi casa de Tablada de Lurín, le dije que creía muy bueno que practicara esta especie de acercamiento tridimensional, dejando caer sus palabras una por una como piedras llameantes, para así lograr un mayor contacto con el lector o auditor. Era el estilo que en veces usó Maiakovsky, y hasta Jorge Eduardo Eielson en su Habitación en Roma, como “versos para leer en el tranvía” o para embarcarse en un raudo vuelo, en un viento embriagador, turbulento y poderoso. Le recordé que Westphalen se contentó con escribir algunos poemas en forma de simples cuadernos. Sumaban unos ocho o diez poemas en total, aunque cada uno diverso y de entonación diferente. Iván nos transmite no un conjunto de poemas reunidos en el tiempo, sino un poemario que se parece a la corriente continua, a una especie de palpitar arrítmico del corazón sin descanso previo.
Iván Yauri es también conocido por su enérgica y constante militancia revolucionaria; es un activista político y cultural. No deja en paz a la reacción ni al sistema, y sin embargo se da tiempo para escribir también una poesía de calidad, sumamente depurada, como para el gusto de los que saben apreciar la poesía. Lenin pensaba que había que dejar que los poetas hagan buenos poemas, que produzcan tranquilos y que militen como quieran. Yo digo que Iván Yauri ha traspasado la línea del simple y curtido militante, y que llega ahora con Viento de fuego a ocupar las mayores alturas de la poesía nacional.
Con un abrazo fraterno,
Leoncio Bueno
(De la contracarátula del libro de poemas Viento de fuego, de Iván Yauri)
Viento de fuego
(Un poema de Iván Yauri)
Aletazo de Viento Sur
mece las fuerzas que trasiegan
asola vivo las figuras colocadas en su pulso
presas de su única salida
los perfiles tensos o versátiles
sujetos a sí mismos
por un ancho flanco de los tiempos arriba el
tropel de festivos ropajes sonoros
que se descargan hacia vastos parajes
donde se combate junto a mansos molles trasluciendo
los faroles ámbar del crepúsculo mientras
un limpio sinfín imprevisible de cristal celeste
devela el amor que se agolpa en las esquinas
se estrella los costados contra
los filos de las puertas inquietantes
en su barrio de crespa hierba y fauces reposadas
deambula sobre un montón de pena rígida
alterando el paso de la guerra.
Bajo la sorda trampa de los cables aéreos
los anfibios vagan sacudidos por las tormentas
un tamborileo seco de sus órganos marca
el vaivén de los cepos según metrónomo
aplastando nobles desencantos
la más notable reproducción
de objetos funcionales jamás prevista
sin duda la más alta y asombrosa maquinaria jadeante
dúctil y ruda en su llave maestra generando
la fuente de su propia encrucijada
y a pesar de todo se baila entre las horas
con júbilo de voces crepitantes
con brillo de siluetas fulgurando los senderos
saboreando los rítmicos celajes
antes de que un furioso temporal destartale
las magras copas de estos célebres vestigios
colérico arrase los campos infamados
un viento de fuego reviva los bramidos del mundo
depure el aire viajando ferozmente
aletazo tenaz
que anuncias la borrasca
la onda inexorable de tu asalto
como joven pedrusco decidido vuelo
aceleradamente en la tormenta
discurro diestro y azotando
hasta el centro de tu fuerza navegable
porque en el fondo claro
de tus bravos ríos
quiero encontrar
la libertad.
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