Esta nueva novela del peruano Carlos Meneses tiene como pretexto argumental la hazaña de un corredor limeño, el "pavo" José Medina, en las Olimpiadas de Berlín en 1936, en donde estuvo a un tris de alzarse con la medalla de oro.
De los diecisiete capítulos de la novela, el más original es el primero: una voz invisible o incorpórea le advierte al autor las dificultades implícitas en su proyecto literario-biográfico: "Pero, te advierto, te será difícil desentrañar una vida tan enredada como la de él", (pág. 11); "Te las vas a ver negras para reunir gente que pueda entregarte datos de primera como se dice en el ambiente de la prensa", (pág. 12), todo lo cual se debe entender porque el narrador, o sea Carlos Meneses, emprende su tour de force cuarenta años después de las Olimpiadas de 1936 y además con el agravante de no haber conocido nunca al protagonista.
Es que este "héroe de Berlín", tiene mucha madera para tallar la arquitectura de todo un personaje: surgido de las capas más paupérrimas de Lima, primero se encumbra deportivamente ante los ojos, más que del mundo, de su patria. Y al retornar a su tierra, cargado de fama, emprende un periplo empresarial exitoso, que es un testimonio de la movilidad social peruana.
Esta reconstrucción de la vida y hazañas del personaje se hace a base de entrevistas con personas (hombres y mujeres), que conocieron y tuvieron alguna relación con don José, porque los logros empresariales, una empresa de pompas fúnebres, otra de transporte interdepartamental, una inmobiliaria, y también la de promotor de vedettes, le dieron el lustre del "don José" a quien sólo había sido un José Medina a secas, como que su cuna fueron los Barrios Altos de Lima.
La novela está repleta de referencias a personajes de la época: futbolistas como Lolo Fernández, militares devenidos en políticos como Manuel A. Odría y Zenón Noriega, bailarinas como Betty de Roma, literatos como José (Pepe) Durand, periodistas como Guido Monteverde, entre muchos otros, lo cual le da un toque de verismo.
Pero en este territorio ambiguo donde confluye lo rotundamente historiable con la dosis de inventiva impuesta por el talento del autor, lo que al final queda (aparte de ese retrato mural de la Lima bohemia), es la enorme simpatía (pero no compasión) de Carlos Meneses por todos sus personajes, el protagonista y su amante Eduviges, y toda la cohorte de personajes secundarios.
Si el proyecto del autor fue reconstruir una Lima que ya se fue (y que nunca volverá a ser lo que fue), y mostrar las vicisitudes de un arribista (eso es lo que fue no José Medina sino don José), creemos que tanto el autor como la obra han salido airosas de esta maratón literaria a través de la pluralidad de voces-testimonios, y en donde lo más logrado sea, tal vez, la mesura con que Carlos Meneses va anudando los sucesos y va tejiendo la trama vivencial de alguien que, como todos, además, no le "gana la partida a la muerte", (pág. 17).
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