A pesar de su enorme importancia en el periodismo (media docena de los diarios que hoy circulan fueron fundados por él), Guillermo Thorndike será recordado sobre todo por sus libros de reconstrucción histórica. Su Año de la barbarie (1969) es todavía la mejor pieza de memoria política del martirologio aprista de 1932 que ya no aparece mucho en los medios, y quizás de toda la crisis que se inicia en 1929. Lo de Thorndike siempre fue el grand reportage, la crónica histórica en profundidad sobre los temas que la curiosidad popular reclamaba o incluso parecía haber perdido: el Apra revolucionaria, la guerra con Chile, el triunfo sandinista, la vida de Miguel Grau, la caída de Juan Velasco Alvarado.
Pero no solo grandes temas de la historia. También fue el versátil autor de libros, guiones y álbumes sobre el Perú de la noticia: el asesinato de Luis Banchero Rossi, la fuga por túnel del MRTA, el fusilamiento del monstruo de Armendáriz, la nostalgia de los años 50, y más tarde los 60, que a partir de un momento se posesionó del país.
La mayoría fueron libros escritos con el cuidado de un novelista, pero sentidos con el entusiasmo de un jefe de redacción en las horas exhilarantes del cierre de un diario, la mesa de trabajo en que siempre se sintió más cómodo. Sin embargo de esa comunión con lo efímero fue saliendo una de las obras más vastas y valiosas de la narrativa peruana.
Lo apasionaba la historia del país, pero más lo seducía la noticia, cuando había la oportunidad de acercarse a ella, que con los años fue cada vez menos. A partir de un momento se hizo obvio que escribir libros era lo que Thorndike hacía entre empleo y empleo. Los investigaba él mismo y los escribía a mano en casa: eran una actividad íntima.
Como escritor lo fascinaba el trabajo de búsqueda en archivos, sobre todo los fotográficos. La política le producía indiferencia, se sentía incómodo en ella, nunca la vio como algo más que una fuente de noticias, la delegaba todo lo que le era posible, y acaso por eso la convirtió en el escenario privilegiado de sus descuidos.
El mundo académico nunca pudo asimilar el compromiso esencial de Thorndike con el periodismo y la noticia, a menudo presente también en el tono de su prosa. Muchas de sus novelas sumaron grandes ventas, y así encontraron un lugar en los estantes caseros más básicos, pero siempre hubo muy pocas reediciones, y menos comentarios críticos. Con el fallecimiento de Thorndike el Perú pierde a un periodista extraordinario y a un cronista histórico de primera línea. Los cuatro tomos de seis aparecidos sobre la vida de Grau muestran que estaba en plena producción. Si se me permite el uso personal de un espacio público, este columnista pierde a un amigo no por alejado menos querido.
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