La poesía no es una lectura fácil. Es un placer cuya plenitud se alcanza con la frecuentación de la obra del poeta elegido y con la capacidad de ubicarlo en su lugar y su tiempo. Mario Montalbetti nos lo recuerda en su comentario a Labranda, el poemario más reciente de Róger Santiváñez. Sugiere: "Si no han leído su obra anterior difieran la lectura de este libro. Al menos consigan su admirable libro antológico Dolores Morales de Santiváñez (del 2006) y reconstruyan el proceso que lo hizo llegar hasta aquí antes de embarcarse en Labranda. Solo así podrá apreciarse la persistencia de un hilo que se enmadeja asombrosamente hasta generar este nudo de palabras autónomas que es Labranda." Para iluminar este punto cuenta una anécdota de Miles Davies a quien, en un bar de Nueva York donde daba un concierto, una señora le confiesa que no entendía lo que estaba tocando. Miles le responde: No espero que lo entienda. Usted solo me ha escuchado por media hora, yo vengo tocando hace 30 años.
"Santibáñez viene tocando hace más de 30 años. Es injusto y distorsionado comenzar a escucharlo poniendo Labranda", dice Montalbetti. Y también, y luego de recurrir a asociaciones musicales y de nombrar a Mahler, Miles y Hendrix para mejor explicarse, que "esa libertad y autonomía de la digitación musical o poética [presente en el libro] es el signo de un gran placer; de un gran placer que es de Santiváñez, sin duda, pero del que vicariamente podemos participar si nos animamos a tocar covers de Labranda durante lecturas repetidas."
Este columnista ha estimado siempre la obra de Santiváñez pero está lejos de ser un conocedor de ella o de tenerla fresca en la memoria. No obstante, entró sin más en Labranda y no pudo asentir todos los elogios que MM le prodiga. Por tanto, ha retomado Dolores Morales de Santibáñez –donde RS hace una selección de su poesía (1975-2005)– y ahora ha vuelto a Labranda en busca del placer que no quiere perderse. Lecturas repetidas, esa es la clave; que solo puede funcionar cuando la intuición de un mayor placer posible nos mueve, no la búsqueda de un "sentido" (ese ‘lo que el poeta quiso decir’, como si no hubiese querido decir lo que dijo). El columnista, pues, da el ejemplo para que el lector dispuesto a internarse en Labranda siga la sugerencia de MM. Lo hace porque confía en RS y en MM, y se compromete a volver sobre el libro si lo defraudan.
-Nota. El texto de MM puede verse en Hueso húmero 52 (Lima, 2008).
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